Carta a Juan Bedoián
Editor General de Revista "Ñ"
El Asís cultural
Bedoián, Juan querido
Debo felicitarte. El Turco se inclina ante El Armenio. Como viejos colegas en «La Mesa de Creativos».
En tu carácter de «editor general de la revista Ñ», lograste, Juan, desde «el centro de la noche», una respetable hazaña intelectual. Debiera ser especialmente reconocida por el inalcanzable señor Magnetto, desde el tercero. Valorada por Kirschbaum, El Colorado, tu comprovinciano. El discípulo más aventajado de Román.
Editaste, Juan, una superproducción de 16 páginas, en Ñ, sobre el desgarrador tema del exilio. La «marca cultural de este país». Aluden a las «polémicas entre los escritores que se fueron y los que se quedaron». Durante la Dictadura, claro.
La insuperable hazaña tuya, Juancito, consiste, en principio, en el sorprendente mérito de encarar semejante producción, sin haberme, siquiera, consultado.
Y en el hallazgo, históricamente inquietante, de no ser, siquiera, citado. Poderosa subestimación hacia el destinatario. El lector.
La gravitante audacia admite el espacio para mi franca felicitación. Resulta admirable la apuesta gratuita, a favor de tanta impunidad conceptual. La licencia fascistoide para descartar. La habilidad para la tergiversación. Para simular que se habla frontalmente de aquello que, en simultáneo, se escamotea.
De todos modos, la omisión, por tan grosera, me produce, Juan querido, una incierta alegría. Un alivio inmoral que también, aparte, te debo agradecer.
Significa que, en adelante, dejé de ser «el éxito del Proceso». Situado, a mi pesar, en el centro de esa polémica que me proporcionó una colección interminable de fundacionales agravios.
Gracias al destierro intelectual, que tradicionalmente me reserva Clarín, y al perceptible ninguneo de tu producción en Ñ, dejé de ser, al menos, «el best seller del oscurantismo».
Para convertirme, simplemente, si es por tu revista, en nada. Mero material de inspiración metafísica, para algún pichón de Heidegger. Desde hace, para ser exactos, 24 años. Desde que apareció el eterno «Diario de la Argentina». Novela que sólo «Oberdán Rocamora editor» puede atreverse a publicar. Y que dejó una auténtica «marca cultural».
Gracias, en fin, a editores valientemente arriesgados como vos, Juan, porque no suelen temerle a los altibajos de la memoria, en Clarín ya pueden asumir la ficción de tranquilizarse. Y creer que me expulsaron, definitivamente, de la literatura argentina. Incluso, pueden creer que lograron extirparme, hasta de la historia de la literatura argentina.
Hiciste, por último, Juan querido, un gran servicio editorial. A la «marca cultural de este país». En vísperas del 24 de marzo.
Que sigas siempre flexible, readaptado y saludable.
Continuará.
Jorge Asís
Buenos Aires, 22 de marzo de 2008.
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