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Papas de Balcarce

09/11/2005. LA ONDA GAUCHE II: A Caracas, Chávez se llevó al viceministro Follonier, acaso para programar el bolivarianismo argentino K.

Jorge Asis - 9 de noviembre 2005

Artículos Nacionales

El conglomerado de la izquierda se alborota, se encuentra otra vez en estado de asamblea.
Después de la magra perfomance de las legislativas. Pero sobre todo después de las turbulencias políticas de Mar del Plata, surge, invariablemente, la discusión relativa al posicionamiento ideológico ante las imposturas de Kirchner.

Tan seducida como desconfiada, la izquierda argentina, en el esplendor del mosaico fragmentado, se debate, en trazo grueso, y a grandes rasgos, entre dos alternativas.
El deseo de apoyar críticamente el bolivarianismo kirchnerista, con el posible riesgo de decepcionarse otra vez.
O el camino de la confrontación, con el riesgo previsible del aislamiento.

En tanto, se asiste al cansancio teórico de las latotas justificaciones. Y mientras se adapta la realidad a cada uno de los sistemas interpretativos, puede resultar conveniente basarse, mejor, en la inquietante información.
Más calificada, claro, que confidencial.

Balcarce

A Balcarce, desde Mar del Plata, el Presidente Chávez había llegado con De Vido, el ministro extrañamente bolivariano. Se le desconocen aptitudes revolucionarias.
Condujo Chávez, los ochenta kilómetros hasta Balcarce, en una 4 por 4.
Detrás viajaba el ministro Ramírez, al que suelen involucrarlo, secretamente, con un guerrillero legendario. Y la ampulosa hija de Chávez. Una dulce mulata a la que habían apuntado, acaso con sigilosa discreción, determinados progresistas predispuestos al braguetazo contestatario.

Ya seguiremos con otras significatvas presencias de Balcarce.

Nace una estrella

A Caracas, Chávez se lo llevó, en su avión presidencial, a Rafael Follonier.
Nace entonces, en el firmamento de la izquierda, una estrella.
Trátase, Follonier, alias El Rafa, del Secretario de Provincias del Ministerio del Interior.
Es uno de los segundos del Anibal, un funcionario -hasta hoy- de perfil casi subterráneo, que operaba la problemática febril del piqueterismo.
Es detestado por D Elia, que lo culpa del vaciamiento de su espacio.
Y es desconfiado por Parrilli, que presenció la trasnferencia de Follonier desde Secretaría General hacia Interior.
Follonier actua armónicamente, casi en tandem, con De Petris. Trátase de un sindicalista de ATE que procede tangencialmente del pinguinismo, y resultó electo diputado nacional.
De Petris es, indudablemente, un incondicional de Kirchner. Y nexo potencial con el Tano Victor de Gennaro. Con quien, según sus códigos, no se comportaron bien. A propósito, se parafrasea un lugar común:
«Mas vale un Andrés Rodríguez en mano que un De Gennaro manifestando».

Sin insinuar sospechas de delaciones, puede asegurarse que Follonier, el Rafa, procede de la izquierda revolucionaria. Explosiones de los setenta tan presentes en el imaginario reivindicativo de Kirchner. Después Follonier se recicló, en los noventa, en La Pampa, como colaborador del gobernador Rubén Marín. Aunque ciertos pampeanos, con campechana perversidad, distan de valorarlo. Suelen definirlo, a Follonier, como «un portamovicones», bien relacionado.
La cuestión que la presencia del Portamovicones Follonier fue extravertidamente destacada, en la plenitud del monólogo marplatense de Chávez. Como viceministro del Interior.
Ocurrió en aquel acto estrafalariamente deportivo contra el ALCA.. Y Chávez lo mantuvo a su lado, en el palco, donde los revolucionarios, sedientos de reivindicaciones fotográficas, pugnaban por subir.

Follonier, según nuestras fuentes, aún sigue en Caracas. Para algo, probablemente, le sirvieron aquellas utopías solidarias, los afanes latinoamericanos del pasado.
Contactos intrascendentes pueden adquirir trascendencia con el paso del tiempo. Otro revolucionario reciclado, su amigo Alí Rodríguez, pudo sorprenderlo como canciller de Venezuela.
Habrá que preguntarle a Kirchner y al Aníbal qué le mandaron hacer, en Caracas, al Rafa Follonier. ¿Acaso se trata de instrumentar una fuerza bolivariana K?
Que lo cuenten, en lo posible, pronto. O tendremos que averiguarlo.
De Balcarce habrá más, hay que quedarse.

Mar del Plata

Los autodenominados revolucionarios, los que actuan movilizados por el alba del bolivarianismo en el horizonte, deberían respetarlo, un poco más, al Premio Nobel Adolfo Pérez Esquivel.
Por lo menos, por los datos de su presencia, en los años del Proceso que ayudaron, los militantes violentos, en el fondo, a originar. Pero es una idea para otro debate, sin chicanas innecesarias.

No deberían desairarlo, por ejemplo, a Pérez Esquivel, invitándolo a una comida, en Chapadmalal, en honor de Chávez.
Donde el que jactanciosamente habla es, para colmo, Bonasso.
Tampoco es aconsejable burlarse, políticamente sobradores, del señor Pérez Esquivel, porque, con la estridencia de la Contracumbre de Maradona, atenuaron, indecorosamente, las repercusiones de La Cumbre de los Pueblos.

La Cumbre que orientaba, precisamente, don Adolfo, conjuntamente con la señora Nora Cortiñas. Y otros anotados baluartes de izquierda, con protagonismo repentinamente sometido a la opacidad.

Palco de las vanidades

Ocurre que Fidel, en la exacerbación de la decadencia, avanzaba en Mar del Plata con el mascarón de proa de Maradona. Con el equipo de producción de La Noche del 10. Con la operativa colaboración del periodista Miguel Bonasso, del declinante DElía, y, por supuesto, la mama Hebe.
Supieron acaparar, con un corralito menos cavallista, al inventor del bolivarianismo.
A Chávez, el que abonaba los 800 mil dólares de la fiesta degradadora del ALCA.
Los 700 micros, las 250 Trafics, que salieron desde Buenos Aires, Córdoba y Rosario para vivar al que insultaba a Bush.
Aunque el dinero, en realidad, lo había mandado Fidel.
Dicen que fue traido en manos por dos valijeros notorios. Que tenían su lugar asegurado en el palco de las vanidades. Aunque en realidad ocurrió una tercerización financiera, escasamente revolucionaria.

EL NEOENTRISMO

Los luchadores sociales mantienen también sus lícitos problemas de cartel.
Celos obsesivamente fundamentales de los que no se ocupa, infortunadamente, Jorge Rial.
Una lástima, porque Rial podría especular, por ejemplo, con las diferenciaciones tácitamente establecidas entre los embajadores de Cuba y Venezuela.
Habrá que hurgar en el vedettismo protagónico de Fidel Castro. En apariencias, Fidel no se resigna al plano secundario. De tan mimoso, telefoneó programadamente a Chávez, cinco minutos antes que comenzara la mortífera insoportabilidad de su discurso. Para ser citado, y victoriado.
Sin embargo, los embajadores, presionados, deben entregarse al equilibro del minué. Entre tanta demanda permanente de tendencias hegemónicas en las mangas de las organizaciones sociales, fábricantes improvisadamente recuperados que merecen un texto aparte..
Deben mediar, los diplomáticos, entre los desbordes inflamados de la izquierda antiguamente revolucionaria, montonera y erpiana, súbitamente esperanzada en el kirchnerismo bolivariano. Y la izquierda inalterablemente categórica, la que comete el error imperdonable de caer en el defecto físico de combatir a Kirchner. Una izquierda que se encuentra subdividida, recíprocamente rencorizada hasta el infinito. Y que no alcanzó el mérito estimable de una miserable diputación.
Por ejemplo, ¿qué hacer con Patricio Echegaray?. Con los gritos de la señora Ripoll, con el Cafiero Mario, al que Altamira denigra por clerical.
Con un surtido de líderes de masas sin olores de masas, de ciertos cuadros avalados, por ejemplo, por Cuba. Y que son sistemáticamente devaluados por los nuevos entristas del kirchnerismo. Sobre todo cuando no vacilan en exhibir los resultados electorales, por ejemplo, del irreductible Echegaray.

Los neoentristas hacen descender impiadosamente las acciones del revolucionario. Por lo tanto,  sus ambiciones se desmoronan como los deseos protagónicos de Pérez Esquivel.

Balcarce y Rial

De haber estado en Balcarce, Jorge Rial hubiera registrado una imagen fascinante.
La conversación de Alicia Castro, alias -vaya a saberse por qué- La Bagayera, con la embajadora Nilda Garré. Nuestra mujer en Caracas.

Una conjunción de valijeros y revolucionarios las miraba. Algún añejo vociferante de manifestaciones, de aquellos montoneros que cantaban, comentó que Alicia Castro, pobre, se había preparado con énfasis para presentar las cartas credenciales. Incluso, afirmaba que Kirchner la iba a designar, aunque suele disgustarle que le anticipen funcionarios por los diarios. Pero misteriosamente, fue designada la señora Garré, que supo aprender suficientes mañas del Viejo Saadi.
Algún conspirativo instaló por los medios que Chávez, algo alarmado, instruyó a su dependiente, Kirchner, para que no la designara.

Había otras presencias del marroquinerismo para destacar.
No sólo de De Vido se alimentará muy pronto el periodismo, cuando el globo de Kirchner estalle invariablemente. También se encontraba el señor Uberti, un auténtico especialista en los peajes, un nexo irreemplazable entre las autopistas y Chávez. Un aún desconocido que ignora la dimensión de la notoriedad que pacientemente lo aguarda.
También apareció, por Balcarce, un señor calvo. Trátase de un sexagenario de aspecto casi honorable. Tiene su fuerte historia el hombre.
Téngase en cuenta que alguno, inoportunamente, lo reconoció.

Aquel Pelado ¿no es Gorriarán?
Era, indudablemente, don Enrique Gorriarán Merlo.
Aunque tal vez Gorriarán no fue a reunirse con Chávez. Probablemente Gorriarán sólo se acercó hacia Balcarce con el propósito de comprar, para su próximo puchero, y con todo su gastronómico derecho, una bolsa de papas.

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