El macrismo como movimiento
Macri supera el deseo de Alfonsín. Y sigue el ejemplo de Perón.
Artículos Nacionales
escribe Oberdán Rocamora
Redactor Estrella, especial
para JorgeAsísDigital
Desde el poder, en los 40, Juan Domingo Perón supo fundar el Movimiento Nacional. Con la señora Evita y gran parte del ejército. Con la legitimidad diplomática que le deparaba el trigo. Con los sindicatos y los descamisados.
Desde la ideología, en los 80, Raúl Alfonsín intentó también sentar las bases del suyo. El trunco Tercer Movimiento Histórico. Con los “jóvenes turcos” de la Junta Coordinadora, hoy vibrantes sexagenarios de afán participativo. Y con aquellos peronistas renovadores que prefirieron renovarse solos, sin el “ayudín” de los radicales.
Lo que pudo lograr Perón desde el poder, y lo que no pudo lograr Alfonsín desde la ideología, hoy lo logra Mauricio Macri. En la segunda década de los dos mil, al compás de Gilda y la algarabía de los globitos amarillos. Severa consecuencia del colapso de la política tradicional.
La cuestión que casi sin quererlo, Macri funda su Movimiento Nacional. En adelante debería hablarse de la concepción movimientista del macrismo.
Antesalas
El partido vecinal Compromiso para el Cambio emerge como la antesala incuestionable de Propuesta Republicana. PRO. Urbanidad institucional que mutaría en Cambiemos.
“Coalición parlamentaria”, según definición atinada de la señora Elisa Carrió, Caudillo del sello Coalición Cívica, y actual co-conductora del Movimiento Nacional Macrista.
Aquí se cristaliza el proyecto fallido del extinto Álvaro Alsogaray. Funciona como núcleo inspirador, aunque por prejuicios no lo asuman.
Amagaba PRO con convertirse en otro partido de la derecha inadvertida. Compuesto por herederos ideológicos y culturales de la Unión del Centro Democrático, UCD. Con los selectos “peronistas originarios”, como los pueblos. Dos “originarios” mostrables, Cristian Ritondo y Diego Santilli.
En 2007 se conquista el Artificio Autónomo. Desde entonces los muchachos explotan el Maxiquiosco inagotable de Buenos Aires Capital.
Sin embargo sorprenden, en 2015, transformados en el vector principal que coloniza, persuasivamente, el esqueleto nutritivo de la centenaria Unión Cívica Radical, que controlaba la Línea “Todo por Dos Pesos”. Y anexan al sellito trashumante de Carrió, después que la dama -Carrió- decide pulverizar al conjunto “Los 5 Latinos de UNEN” (cliquear). Para cerrar de inmediato, con Mauricio, que la esperaba, y los radicales de la vitrina.
Es la base del Movimiento en vigente rotación. El Movimiento Nacional Macrista.
La construcción del país normal
El antipopulismo es el penúltimo uniforme del clásico antiperonismo.
Resurge como efecto de los devastadores doce años del ciclo kirchnerista.
El antiperonismo racional reproduce el deseo utópico de la normalidad.
Es aquí, en la ilusión colectiva de volverse un país normal, donde converge la versatilidad socio cultural. Excede al naberío iniciático del Colegio Newman, con las secuelas bien tratadas por la señora Laura Di Marco. La versatilidad excede también a los padecimientos vulgarmente psicoanalíticos que genera la figura paterna. Para proyectarse en un movimiento transversal que no puede controlarse desde el centralismo elitista y clausurado de PRO.
En cierto modo, Macri es víctima de la intensidad de los seguidores que se le prenden y lo arrastran. Sin que siquiera el pobre muchacho se formule la pregunta de aquella película de Vittorio Gassman.
“¿Qué hago en medio de esta revolución, que para colmo encabezo?”.
La concepción movimientista del macrismo facilita la convivencia entre la derecha liberal, la que procede de la UCD, o la derecha autoritaria del militarismo, con el radicalismo social demócrata que supo juzgar a los militares.
Radicales que se imaginan, aún hoy, como seres progresistas que resuelven el conflicto ideológico de aliarse “con los conservadores”.
Sólo moviliza la ilusión de construir el país normal, una república sin populismo, con peronistas perdonables y republicanos.
Es lo que permite que radicales, liberales y militaristas disfruten de la misma algarabía de los globos voladores amarillos. Y que asuman puestos de sacrificio y responsabilidad. Y hasta toleren, incluso, los pasitos simpáticos del “no me arrepiento de este amor”.
Peronismo de Vichy
Lo absolutamente rescatable del Movimiento Nacional Macrista es que los culposos socialdemócratas, junto al “aluvión zoológico” de Ceos, con las ramas del neo bananismo y el espiritualismo pobre de los coalicionistas cívicos (como Toty Flores, el pobre más presentable) compartan la alucinación de la normalidad, con los peronistas que colaboran con la faena moral de extinguir al peronismo.
Ramas movimientistas que se agregan a los selectivos “peronistas originarios”, como los dos citados. O Eduardo Amadeo, El Conde Polaco que asume tardíamente su estirpe. Por el pretexto de identificar, al peronismo actual, con la patología del kirchnerismo.
Pero sin los coloridos peronistas de “Fe” no puede interpretarse la concepción movimientista del macrismo.
FE es el brazo institucional, el partidito rural de El Momo, don Gerónimo Venegas Lynch.
Aquí se enarbola una suerte de Peronismo de Vichy. Junto a Osvaldo Mércuri, duhaldista histórico, célebre desde Lanús y Lomas de Zamora hasta Monte Grande. Sobre todo por los folklóricos tironeos con el Negro Toledo y el Beto Pierri, que pretendían sucederlo a Eduardo Duhalde, El Piloto de Tormentas (generadas).
El Momo y Mércuri, junto al Cacho Álvarez, Caudillo de Avellaneda, fueron de los cuadros bravíos que aplaudieron desafiantes, en el microestadio de Ferro, al nuevo líder movimientista. Mauricio conmovía a la eufórica militancia con la propina de alguna cita del General Perón, aunque para culminar con la arenga movilizadora. “¡Se Puede, Se Puede!”.
Consigna que estremecía, incluso, hasta a los peronistas condenablemente irrecuperables, que contemplaban la grandiosa parada desde el televisor. Apesadumbrados cuando Carlitos Brown, otrora Caudillo denso de San Martín, contagiado por el clima revolucionario de época, también gritaba, como buen republicano:
“¡Se puede! ¡Se Puede!”.
Al cierre del despacho, acaba de producirse otra invalorable incorporación al Movimiento Nacional Macrista. La señora Graciela Ocaña, Reina del Dengue, es la conductora del intrigante partido Confianza Pública. Una dama que registra sucesivas crisis de crecimiento y de transformación. A este ritmo puede superar la trayectoria de la señora ministro Patricia Bullrich, La Piba, conductora del avasallante partido Unión por La Libertad, que suele elevarse como otra rama significativa del Movimiento.
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