El kirchnerismo voltea castillos de arena
Si denuncia Carrió es valentía republicana. Si denuncia Tailhade es acción destituyente.
Artículos Nacionales
escribe Oberdán Rocamora
Redactor Estrella, especial
para JorgeAsísDigital
Como en el Primer Gobierno Radical, que presidía Raúl Alfonsín, en el Tercer Gobierno Radical (que preside Mauricio Macri) se concentran desestabilizadores alucinantes, por doquier.
En los ochenta, la paranoia era razonable. Se venía del régimen militar. En cambio, en la segunda década de los dos mil, la misma paranoia adquiere el formato grotesco.
Derivación racional del análisis político programado. Complementado por una previsible estrategia de campaña.
Aquí se polariza exclusivamente con el ciclo anterior, que necesita ser sobredimensionado. En condiciones, incluso, de derrocarlo a Macri.
Como si se repitiera el epílogo del Segundo Gobierno Radical, que presidió Fernando De la Rúa.
Sin embargo, según la evaluación del Portal, el kirchnerismo se encuentra capacitado sólo para voltear castillos de arena.
Puede (el kirchnerismo) fastidiar. Con los focos de denuncias que exploran los escatológicos horrores del TGR. Un gobierno que cuenta con mayoritarios bolsones de trasparencia, que pasan inadvertidos por las oscuridades que aluden a la historia. Tinieblas explicables que el TGR no se atreve siquiera a explicar. O explica mal. Vulnerabilidades que exceden a las torpezas de la comunicación. Y al mecanismo de toma de decisiones que se inspira en la eficiencia empresarial, con los códigos que se trasladan a ministerios y organismos que deben ser administrados desde la política.
Los resultados del experimento, con el delirio de los «tableros de control», son, hasta hoy, catastróficos. Ampliaremos.
La estrategia de la paranoia
«Hay sectores que buscan desestabilizar a Macri».
Lo confirma el correligionario José Corral, presidente de la Unión Cívica Radical. Joven de criterio, que también se anota en la recetada fábula de la desestabilización.
Corral imita a los ministros que distan de ser colectivamente torpes. Al contrario. De la magnitud de Rogelio Frigerio, o del biográficamente experimentado Jorge Triaca.
Con obediencia debida, Frigerio y Triaca siguen el fantástico desacierto que les dicta el Premier Marcos Peña. En conferencia de prensa, para salir con facilidad del paso.
Son alardes combinados de incompetencia e irresponsabilidad intelectual.
Para atribuirle a La Doctora, y sus socios del Frepasismo Tardío, la culpa por el estado de anarquía. De auténtica insumisión de gran parte de la sociedad, que protesta, para o se moviliza.
Abarca desde la complejidad excitada de las organizaciones sociales, hasta los sobrevivientes de las capas medias que pretenden conservar el empleo. Confluyen con los maestros conflictivos, que derrumban la falsa idea de «la educación como prioridad».
Para la frivolidad interpretativa del TGR, las multitudes son manipuladas por la fe conspirativa del kirchnerismo. Causante, por lo tanto, del estancamiento de la economía. De la parálisis que Mauricio pretende simular con anuncios cosmetológicos. Como si lo importante fuera demostrar que mantiene la iniciativa. Y que él no se picó, por impotencia, y solo, su propio boleto.
La estrategia de la paranoia no deriva, según nuestras fuentes, de los irrebatibles focus groups que suele organizar Jaime Durán Barba. Tampoco de las encuestas científicamente reservadas que Durán Barba diseña con su inseparable Nieto. Deriva de los desbordes iniciales de los periodistas que se jugaron en exceso por el recetario de Cambiemos. Ya no tienen retorno del ridículo.
Respetables colegas «de la casa y de la causa». Instalaron que los kirchneristas residuales diseñan, para Macri, el mismo destino triste de De la Rúa.
Mesa quirófano
Aquí referimos que Macri, el 1° de marzo, según nuestras fuentes, se sintió desguarnecido. Casi entregado. Al enterarse que el Fiscal Di Lello lo imputaba, junto al poderoso Efromovich, por la nimiedad de Avianca. Fue antes de abrir las sesiones legislativas, con el discurso ante el Congreso, sobre el Estado (calamitoso) de la Nación.
Indefenso ante la justicia, que lo colma de causas, sin guardia pretoriana, apenas bien defendido por Fernando Iglesias y el Momo Venegas Lynch, el Presidente aún confiesa que, detrás de cada imputación a sus funcionarios, se encuentran las órdenes sigilosamente conspirativas de la doctora Alejandra Gils Carbó. La Procuradora que, en quince meses, por límites institucionales, no pudo echar.
La permanencia de esta segunda Doctora deriva en un desaire cotidiano.
Pero Macri, otra vez, según nuestras fuentes, vuelve a equivocarse. El ministro Garavano no le informa con rigor ni precisión. Tampoco Balbín, ni Clusellas, ni siquiera el Pepín Rodríguez Simón.
Para desconsuelo de la señora Carrió, tal vez Macri debería consultar más al amigo Angelici. Junta más fango informativo en materia judicial.
Porque Gils Carbó, según nuestras fuentes, apenas «está en la suya». Empeñada en sobrevivir con el perfil bajo. Lejos de las decisiones de los fiscales que con libertad imputan.
«Alejandra hace apenas mantenimiento para no sumar más odios en contra», confirma la Garganta.
Aparte, los imputadores, como el Fiscal Delgado o el Fiscal Di Lello, no se le reportan. Imputan porque les corresponde. Sobran los motivos.
Los paranoicos del TGR suponen que existe la enigmática «mesa quirófano». Desde donde La Doctora planifica, a través de relaciones radiales, las «operaciones destituyentes».
Hay quien menciona una línea Maginot conspirativa. Pasa por los periodistas Horacio Verbitsky y Raúl Kollman, en estricta confabulación con el doctor Zaffaroni, con Gils Carbó y hasta con Zannini.
Entre tanta paranoia, alarma la carencia de información. Porque Zannini está más bien alejado. Víctima, acaso, de sospechas molestas. Si se raspa un poco se convierte en duda existencial.
«¿Por qué El Chino no aparece en ninguna causa y siempre zafa?».
Aparte, embocar con denuncias al TGR es un juego de infantes. Demasiado fácil. Es innecesario recurrir a ninguna «mesa quirófano».
«La tarea, Rocamora, es sencilla», confirma la Garganta. «Tienen tantos agujeros que la dejan siempre picando».
Sólo resta empujar. Basta con tomar conocimiento de la chambonada oficial, para redactar diez carillas y presentarlas.
Entonces la «mesa quirófano» no existe. Y La Doctora actúa en defensa propia. Al contrario de Gils Carbó, con el perfil alto. Se defiende 24 por 24. Y contragolpea desde la estruendosa impotencia del Twitter.
En la versión grotesca de La Resistencia, el kirchnerismo adopta la misma receta que aplica la confluencia del macrismo y el Grupo Clarín. El escenario de batalla es la justicia. Y -sobre todo- la histeria de los medios.
Si quien presenta la denuncia es la señora Margarita Stolbizer, o las señoras Ocaña o Carrió, nos encontramos ante un acto de valentía republicana.
Si quien presenta la denuncia es el diputado Rodolfo Tailhade, o el diputado Darío Martínez, especialista en los papeles de Panamá, nos encontramos ante una indudable «operación destituyente».
«Palos en la rueda». El maniqueísmo estremece.
Vertientes del mismo fracaso
La patología atravesó la barrera del sonido al publicarse, en Clarín, que según Felipe González le dijo a Macri, las inversiones van a llegar sólo después que La Doctora vaya presa.
Al desmentir Felipe, resta silenciar el escándalo internacional.
En definitiva, se apela al fracaso del ciclo anterior, el kirchnerismo, para atenuar el rigor del fracaso vigente. Del macrismo en curso, que no acierta, aunque con sus tableros de control aún puede recuperarse.
Las dos vertientes del fracaso instauran el estancamiento de las ideas. Hacen falta, entonces otras voces. Fuerzas que intenten superar los fracasos de referencia. Y abra, al menos para respirar un poco, otra ventanilla.
Entre las dos versiones del fracaso que permanentemente se retroalimenta persiste La Franja de Massa. Sumada a alguna otra moderada carta de intención.
Se elevan con insuficiencia desde las franquicias desgastadas del peronismo. O desde el radicalismo confuso y difuso. Lousteau.
Entre Macri y La Doctora, el tercero en la discordia, Sergio Massa, hoy se muestra algo desorientado en una nueva rotonda. Vaciado hasta de relato convincente. Arrastrado entre las acusaciones recíprocas de quienes se culpan entre sí.
Si Massa alcanza a orientarse, en cualquier momento comienzan a culparlo.
Otra carta de intención es de Florencio Randazzo. Contiene más expectativas que convicciones. Demora y atormenta a los mini-gobernadores que lo esperan. Y ya contemplan, con ojos de candidato, a Martín Insaurralde. O a la señora Verónica Magario, que representa a la oposición territorial. La Matanza.
Otra carta pendiente es la de Juan Manuel Urtubey. Es quien mejor supo explotar el atributo confeso de hacerse el tonto. Artimaña que le resultó muy útil a Urtubey para permanecer. Para avanzar y proyectarse le hace falta poner infinitamente más.
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