Depilación a la cera negra
Como el personaje de Hemingway, Sergio se alejó demasiado de la playa.
El Asís cultural
escribe Carolina Mantegari
Editora del AsísCultural, especial
para JorgeAsísDigital
«Sergio no tiene una buena historia», confirma el filósofo promisorio del arrabal. Cuentan que se lo dijo.
«Interesa más la historia de Mauricio. Primero porque es rico. Porque estuvo secuestrado. Fue presidente de Boca, tuvo mujeres soñadas y, por si no bastara, es el hijo de Franco».
A su criterio, en la fantasía colectiva y popular, Franco funciona como un Padrino, aunque no lo sea en absoluto.
«En la cultura Argentina esa creencia funciona como atributo», prosigue, y arriesga: «No olvidar que aquí, en el fondo, se venera a don Julio Grondona».
Aunque hoy se lo denigre, para el filósofo anónimo persiste cierta admiración por la epopeya del extinto «ferretero de Sarandí».
«La historia de Daniel también moviliza más que la de Sergio. Es el campeón de una categoría imaginaria de la motonáutica. Se le incendió un departamento y hubo un muerto. Para colmo perdió un brazo en el río, en una competición. Y desde la nada se reinventó como político y le ganó la interna en la capital a un peso pesado del peronismo metropolitano».
Y aparte, como un funebrero fiel, Daniel cerró los ojitos de la totalidad de sus jefes políticos.
«Acompañó hasta el final a Menem, a Rodríguez Saa, a Duhalde y a Kirchner. Para completar el periplo, sólo le falta acompañar a Cristina».
En cambio, para el filósofo del arrabal, la historia de Sergio es bastante previsible. Transparente. Con fuerte adicción hacia la normalidad. Sin actos sacrificados ni heróicos.
«De la derecha liberal del inicio pasó al peronismo de Los Barrionuevo. Y siempre, en la vida de funcionario, le fue muy bien».
El «relámpago herido»
La política Swinger (cliquear) atraviesa momentos de gloria.
De pronto, el cristinismo recupera el aroma nostálgico del tango «La casita de mis viejos».
Diversos mini-gobernadores, de los que se enrolaron en la Franja de Massa, vuelven «vencidos».
«Cada cosa es un recuerdo que se agita en la memoria».
Sea en el despacho materialmente seductor de Julio De Vido, El Ex Superministro. O del doctor De Pedro, El Wado. O sea en el despacho de Randazzo, El Loco Soplador, o de Aníbal Fernández, El Neo Corach. Como en otra obra aquí citada -«La empresa perdona un momento de locura»-, el cristinismo les brinda refugio y amparo. Sin nada que perdonarles.
Lo importante es completar el proceso de depilación a la cera negra de Sergio Massa, el Renovador de la Permanencia, titular de la Franja.
Sergio tuvo la osadía de emanciparse del cristinismo y vencerlo. Fue la tormenta de verano que duró más de un año.
Un «relámpago herido», calificaría el poeta Elvio Romero.
El pez espada
«Vengo mal. A mí, hasta ahora, sólo me llamó el operador de un ministro», confirma un massista fundacional.
Es un leal que ni siquiera dejará de serlo cuando Massa, a su manera, abandone también la Franja.
Pero se equivocan los que creen que el problema de Sergio reside en la caída. Al contrario, consiste en haberse elevado. Paga el precio de la proyección imperdonable.
En realidad, su peripecia literaria se reduce a expresar una de las enseñanzas de Santiago, personaje inolvidable de «El viejo y el mar», la novela emblemática de Hemingway. Santiago triunfa en la batalla personal con el pez espada, consigue sujetarlo en su bote. Pero, finalmente, del pez espada queda sólo una suerte de esqueleto. Se lo comieron, en el regreso, los tiburones.
«Te alejaste demasiado de la playa, Santiago», se dice el pescador.
Alejarse demasiado de la playa fue intentar, acaso, para Sergio, la presidencia de la república desde la banca miserable de diputado. Aquí el parlamento debía funcionar como mero canal entre la alcaldía de Tigre y La Rosada.
Al triunfar en la legislativa de 2013, Sergio capturó el pez espada. Pero quedó a merced de los tiburones del río revuelto.
Hoy cualquier comentarista se regodea, y se atreve a señalar, suelto de cuerpo, los errores de pescador.
«Un muchacho como yo»
Más que lanzamiento de la campaña, el multitudinario acto de Vélez funcionó, en la práctica, como festejo de despedida.
Se armó a partir de la descripción del filósofo del arrabal. A partir de las vulnerabilidades de su historia. De la condición rescatable de buen muchacho educado, de clase media.
«Como yo», cantaba Palito Ortega.
Un muchacho rápido y con suerte, que mostraba en el acto, emotivamente, a sus padres, junto a Lavagna, La Esfinge, simbólicamente al lado. Mostraba a sus hijos, a su compañera Malena.
En simultáneo, algunos amigos fundacionales se emocionaban en la platea, mientras planificaban sigilosamente abandonarlo.
El de Vélez fue un discurso calculado. Ninguna palabra improvisada. Arremetió fatalmente contra el juego, prometió «echar a los ñoquis de La Cámpora».
Justamente sólo nombró a Darío, El Quejumbroso. Giustozzi, el que pronto se le iba a ir, y a anunciar con estruendo su salto. Molesto, casi rencoroso, con un fastidio que Los Depiladores estimulaban telefónicamente.
Mientras tanto en la platea Otacehe, El Vasco, trataba de traidores a Los Cariglino, de La Compañía de Jesús. Porque estaban en escarceos amables con Macri. Pero también iba a irse el propio Vasco. Hacia La Casita de los Viejos.
El cristinismo también perdona el arranque de emancipación. El «viejo criado» del tango siempre los recibe. Los reconoce por la voz, el olfato. La necesidad de comprensión y consuelo espiritual.
Moscas verdes
En la playa, con el bote mordido, con el esqueleto del pez espada cubierto de moscas verdes, son muchos los que aguardan que Sergio anuncie su declinación. La ceremonia del renunciamiento de la candidatura presidencial. Para ir por la gobernación, que en todo caso es una tarea acaso más abnegada que la presidencial.
No le quedan, después de todo, muchas puertas de salida.
Acordar con un Mauricio que insiste en bajarle el precio, con los ejercicios de pureza doctrinaria que marcan un antes y un después de su irrupción en la historia.
Una pureza étnica con la que Mauricio desaira a todos los aliados, y ya se le presenta problemática. Es la pureza como obstáculo.
O llevar a De la Sota, El Demócrata y Cristiano, que también necesita puertas de salida, como presidente. E ir como su gobernador.
La salida que no entra en ningún plan de lluvia es volver al Frente con La Doctora. Como Darío, Sandro y Los de Fuego, Zúccaro o El Vasco, y tal vez hasta Eseverry. A «La casita de los viejos». Con el «hondo y cruel silencio huraño». De la que Sergio se alejó por hartazgo. Más que por la «falta», acaso, «de consejos».
Carolina Mantegari
para JorgeAsisDigital.com
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