Líder de culto y fenómeno delictivo
Cuatro años de la muerte (irresponsable) de Néstor Carlos Kirchner, El Furia.
Artículos Nacionales
escribe Oberdán Rocamora
Redactor Estrella, especial
para JorgeAsísDigital
«puto y ladrón/
lo queremos a Perón»
(consigna anónima)
«Un fuera de serie. Hacía política hasta cuando dormía. Pero le gustaba mucho la guita. Demasiado», sintetiza la Garganta.
La «guita», en principio, era sustancial para «hacer política». Después, con el poder acumulado, la «guita» pasaría a convertirse en el gran obstáculo. No había manera de gastarla. Se desconocía, incluso, dónde ocultarla.
A cuatro años de la muerte (irresponsable) de Néstor Kirchner, El Furia, correspondería celebrar al militante apasionado. A quien no «dejó las convicciones en la puerta de la Casa Rosada».
Aquí, precisamente, reside la clave del dramatismo que atormenta a La Doctora, la heredera. Que en mayo de 2003 El Furia ingresaba en la Casa de Gobierno con sus «convicciones» reconocidas. Dispuesto a aplicar su metodología de interpretación del poder, inspirada en la «pasión recaudatoria» (cliquear).
Es el origen de los «desastres seriales» por los que La Doctora debe responder hoy. En momentos de alta sensibilidad, cuando el temor de los adversarios se diluye. Y se animan a impugnarla hasta los empresarios.
El Furia supo construir admirablemente el poder mientras, en simultáneo, consolidaba el Sistema Recaudatorio de Acumulación.
Mecanismo que el portal exploró desde sus comienzos, con el propósito exclusivo de entenderlos. Se remite a los textos iniciales que componen «La Marroquinería Política», o «El Descascaramiento». Editados mientras El Furia vivía. Cuando «podía defenderse».
Construcción y evaporación
En nuestros seminarios privados, suele rescatarse la epopeya del fenómeno kirchnerista. Sobre todo entre mayo de 2003 (cuando El Furia accede al gobierno e inventa Austral Construcciones con Lázaro, El Resucitado) y octubre de 2005. Cuando le perfora la provincia (inviable) de Buenos Aires a Eduardo Duhalde, El Piloto de Tormentas (generadas). Y conquista la hegemonía total.
Junto a Hugo Chávez, El Furia se dio el horrible gusto diplomático de humillar a George Bush, El Junior, en Mar del Plata. Fortalecidos, ambos extintos, por la prepotencia respectiva del petróleo y de la soja.
Para no ser menos, La Doctora se animó también a maltratar a Obama, El Keniano, en el pleno reciente del Consejo de Seguridad. Con argumentos políticos que no ocultaban el desborde del resentimiento. Por no haber evitado la expresión de la justicia de Estados Unidos. Por no haberla salvado -El Keniano- de la dilatada siesta de la mala praxis, que depositó a la Argentina en el descenso del default y sus derivaciones previsibles. El maldito discovery, que habilita a los sabuesos irascibles de Paul Singer, El Buitrero, para husmear entre cuentas inquietantes.
«Partes sustanciales de un todo complejo, más amplio». Restos de recaudaciones producidas mientras El Furia, en simultáneo, construía la propia mítica que lo completa. Sopapeaba a Bush, «maltrataba corporaciones culposas», abusaba de la centralidad desde el conflicto, obligaba olímpicamente al heroico general Bendini a subirse al banquito y retirar los retratos impresentables.
Durante sus mandatos, La Doctora no pudo disfrutar de la complacencia de la gran prensa que supo festejar a su marido. Aunque mantuviera, a su lado, en el arranque, a Alberto Fernández, El Poeta Impopular. La pobre enfrentó severas derrotas, se enroló en causas perdidas, pero registró sus propias recuperaciones. Hasta debió improvisarse para el rol de La Jefa.
En los citados seminarios, así como se trata la epopeya de la hegemonía, desfila también la transformación del poder que se evapora. Sin darle siquiera importancia al clavel inerte de Boudou, El Descuidista, reconocido como el primer gran error de la estadista viuda.
Debe estudiarse la instancia que se extiende desde abril de 2012 hasta octubre de 2013. O sea, desde que en el estadio de Vélez se lanza el movimiento de buscapinas «Unidos y Organizados». Cuando La Doctora decide la tontería abrupta de «ir por todo». Junto a los incondicionales incentivados a fuerza de presupuesto de La (Agencia de Colocaciones) Cámpora. Hasta que Sergio Massa, el titular de la Franja de Massa, le perfora, a su vez, Buenos Aires, la provincia inviable.
En cuatro años, La Doctora supo mantener, como pudo, los trapos. Pero no supo sustituir el trípode de poder con que gobernó, como dueño, su marido. Junto a Hugo Moyano, El Charol, y Héctor Magnetto, El Beto. Suponer que con el sindicalismo adicto de Yasky y Caló, y con los buscapinas de Unidos y Organizados, podía suplir los servicios que le brindaba Moyano, es tan absurdo como suponer que con las publicaciones satelitales de Szpolski y Gvirtz, y con las escenografías de Grossman, podía suplirse el extinguido favoritismo que le dispensaba Magnetto. Y menos aún con Magnetto -o sea Clarín- en contra.
Es el medio como enemigo (cliquear). Resignado, dispuesto a informar para no morir.
Así sea tardía, que sea bienvenida la información.
«Con Néstor era distinto»
Aparte de una fortuna tan indescifrable como oscura, El Furia le dejó a La Doctora un gobierno con destino clavado de naufragio. Pero cabe consignar que ella aprendió a encarrilarlo. Contó con la inestimable docilidad del peronismo en estado vegetal, que se adaptó a la ficción del rol de conductora. De Jefa.
Entonces La Doctora se lanzó a jugar al solitario con la política. Nadie puede culparla que continúe, aún hoy, con el juego en soledad. Confronta con la tendencia hacia la destrucción, contra la indignación de los sectores gravitantes de la sociedad que no encuentra -por suerte- quien los represente.
Con la iniciativa acaparada, La Doctora se dedica a envolver a los opositores envueltos con las construcciones épicas que sirven para simular el gran fracaso. Mientras se entrega a la seducción generacional de los jóvenes brillantes, que colaboran -junto al peronismo vegetal- para introducir el país en la ciénaga. Sin que se note, en exceso, las marcas del fango. Pero se ampara el negacionismo que indica que no existe el fango, como tampoco existe el default, ni el desacato, ni el estancamiento de la inflación.
Por si no bastara, La Doctora sabe que a sus espaldas prospera, entre los canallas que se colgaban del vestidito negro y dicen defenderla, otra interpretación.
«Con Néstor era distinto. Con Néstor esto no pasaba».
Aunque aquella pasión recaudatoria de El Furia signe las verdaderas pesadillas actuales del gobierno. Por aquella ilustrativa franqueza que lo inducía a abrazar las cajas fuertes que ansiaba llenar.
Cuatro años después, La Doctora trata audazmente de reconstruir a El Furia como el máximo líder popular. Una versión desgarbada de San Martín contemporáneo, un objeto de culto para venerar. Mientras en simultáneo, la gran prensa sobrecargada de información, prefiere presentarlo, por derivaciones de la pasión recaudatoria, como un fenómeno delictivo.
El Furia sostiene, acaso, la compleja combinación de ambas interpretaciones antagónicas.
No deja de ser -la suya- una proeza.
Oberdán Rocamora
para JorgeAsisDigital.com
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