The Servilleta’s War
Al ex intendente, en la Base, lo apretaron como a una naranja.
Miniseries
escribe Oberdán Rocamora
Redactor Estrella, especial
para JorgeAsísDigital
“Aquí pasan cosas raras”.
Como en el texto de Luisa Valenzuela, en los 70 (Ediciones de la Flor).
Sorprende, justamente, lo raro. Sobre todo cuando trasciende que al ex intendente, bastante fornido, de aspecto asiático, lo captaron en la calle. Lo chuparon, en cierto modo. Para trasladarlo a La Base.
Para colmo, hay quien sostiene que se lo llevaron a “la central”. Demasiada proximidad con La Casa de Gobierno.
Se asiste al tramo más riesgoso del conflicto inquietante. Comienza a instalarse, mediáticamente, como La Guerra de los Servicios.
The Servilleta’s War.
Dista de estar a la altura literaria de los clásicos de John Le Carre. Menos aún, los de Tom Clancy.
Pero las fuentes irreprochables indican que el ex mini-gobernador, experto en los márgenes violentos del conurbano, tuvo el encargo de “armar una pesada”. Para terminar, de una vez por todas, con El Ingeniero. Y con su temible área de influencia. En un difuso polo de poder creado desde el Estado. A través del conocimiento medular de las vulnerabilidades de cada uno de los responsables eventuales de administrarlo.
“Si estos trastornados avanzaron contra el Fondo, contra Clarín, contra Moyano, contra la Corte ¿cómo no iban a querer cargarse también a El Ingeniero?”.
En La Base -confirma la Garganta- El Gordo no la pasó demasiado mal.
Podía haber sido mucho peor. Bastó, apenas, que lo apretaran intelectualmente como a una naranja. Para que contara y cantara. Con la estridencia y claridad del Cacho Castaña.
“Enfriarlo”
Para desprenderse de El Ingeniero -un funcionario después de todo menor-, bastaría, apenas, con una simple resolución administrativa.
Resulta desmedido, casi innecesario, encarar la aventura de “enfriarlo”.
Aparte de una muestra impresentable de fragilidad institucional, es ante todo una falta de respeto para el prestigio de El Ingeniero. Juntar pesada con guapos furtivos de barra brava. Sin atreverse siquiera a recurrir a la prolijidad sigilosa de un profesional. Si hasta los maridos dramáticamente burlados ya suelen recurrir al “sicarios punto com”.
Con suficientes condiciones técnicas y garantía, precisamente, de frialdad.
Premisas
Cualquier traficante de información confidencial interpreta la Servilleta’s War a través de dos razones, casi transformadas en lugares comunes. Mantienen, de todos modos, determinados gérmenes de verdad.
El fortalecimiento de la inteligencia paralela, y el intento superador a través del general Milani, que impulsan Zannini, el Cenador, y La Doctora, se legitima por la información viciada que -creen- le suministran.
Dos premisas fundamentales. Primera, el cambio radical en la investigación sobre el atentado a la Amia.
Aquí se alude a la Línea trazada por El Ingeniero, que fue adquirida sin miramientos. Llave en mano. Hasta que Hugo Chávez, el bolivariano extinto, al que no se le podía negar un favor, convenció, a La Doctora, de la estratégica transformación.
La cuestión que en poco tiempo se pasó de las sobreactuadas guiñadas geopolíticas hacia Estados Unidos, en las Naciones Unidas, con las acusaciones a Irán, a la inesperada instrucción al embajador Arguello. Para que se permaneciera en su banca, mientras Mahmud Ajmadinejad pestificaba sobre Israel. Ampliaremos.
La segunda premisa alude a la desacertada convicción respecto de Sergio Massa, La Rata del Tigre que birló la centralidad.
Se les transmitía la certeza que Massa sólo amagaba, pero que no se iba a atrever a desafiar, territorialmente, a La Doctora, en la provincia (inviable) de Buenos Aires. Tal como JB, el banquero amigo, según nuestras fuentes, le aconsejaba. No era JB el único que operaba para que Massa retrocediera, y quedar bien con La Doctora.
Aquí se alude a una falla de Paco, El Espía que llegó de Abril.
Un buen amigo de El Furia, que desde su muerte (irresponsable) no se pudo ubicar. Pero también Paco es un buen amigo, según nuestras fuentes, de Massa, el vivaracho que supo aceitar sus contactos en la Cooperativa de Crédito de 25 de Mayo. No olvidar que el chico fue Premier, Jefe de Gabinete. Y que es demasiado rápido, como para darse cuenta enseguida por qué callejones pasaba, en definitiva, el poder.
De pronto, como confirma la Garganta, El Cenador y La Doctora evaluaron que, desde 25 de Mayo, “les vendían pescado podrido del Mossad contra los iraníes”.
Y que, por si fuera poco, los hicieron equivocar, con “el traidor de Massa“.
Moraleja: “porque desde 25 de Mayo juegan para Massa”.
Como dice el gran filósofo positivista del Bajo Flores: “Blanco y Jarra es leche”.
Paranoia y paroxismo
Al margen de las dos premisas presentadas, subsiste, sin embargo, algo aún más profundo. Alcanzó instancias de pleno terror con la orden de detención de Ricardo Jaime.
Más que la preocupación, se extendió la paranoia.
Se asiste al entramado paranoico que enlaza el manejo de la información sensible, con el complemento mediático (o sea la llegada a Clarín). Culmina con la sustancial ramificación en el universo de la justicia.
La conspiración, aquí, supera la frontera del paroxismo.
“Si Jaime va preso, y habla, Bárcenas, el español, comparativamente, es Heidi”, confirma la Garganta.
“Va a estar preso pero muy bien acompañado, con muchos amigos”, confirma otra.
La equiparación con Bárcenas tiene que ver con la estricta insignificancia de los valores hurtados que se le atribuyen al español.
“Tal como viene la ola, algunos federales, en poco tiempo, van a hacer fortunas”, confirma una tercera Garganta.
Se siembra el estado de lacerante sospecha sobre la justicia rentada.
El entramado de la información, ya en el campo de batalla, adquiere ribetes patológicos cuando el gobierno, extremadamente vulnerable, se imagina en un mal retiro.
Las perspectivas sombrías incitan a radicalizar la idea de la continuidad. Para -al menos- asustar con la locura de quedarse. Mientras perciben que algunos propios, en la práctica, prefieren acomodarse con aquello que huele a cambio. A futuro. Massa.
A esta altura, los desplazamientos del fiscal Nissman son tomados, según nuestras fuentes, como “operaciones de 25 de Mayo”.
Para los paranoicos, son también “operaciones” las informaciones sensibles que empiezan a salir en los medios de Clarín. El enemigo. Sea en la televisión o, especialmente, en la web del diario. Alude a las ceremonias de las cenas íntimas de La Doctora. Se instala el espectro del guardaespaldas preferido.
El juego cíclico del poder
Cuesta desprenderse, en definitiva, de aquel que sabe todo. Institucionalmente, El Ingeniero es casi intrascendente.
Sin embargo, por la suciedad de las colas, se le teme mucho más de lo necesario.
Cuesta liberarse de aquel que mantiene puntillosamente registrado hasta el último pecadillo del protagonista. El que supo explotar, para colmo, el conocimiento detallado sobre los otros. Sin registrar la palpable diferencia que existe entre lo permanente -El Ingeniero- con lo transitorio. O sea los gobernantes, que pasan. Mientras Clarín y El Ingeniero quedan.
Los gobernantes reinan, se enriquecen, se jactan. Pero tienen asegurado el destino invariable de Tribunales.
No se trata de vulgar extorsión, al contrario. Es el juego apasionantemente cíclico del poder.
De todos modos, hay que estar auténticamente desertificado de ideas para suponer que un ex intendente del conurbano puede resolver la problemática con el acopio de “barras”.
Sin darse cuenta que, desde las barras mismas, la información fácilmente se pinchaba. Que iba a llegar antes, incluso, que los decadentes se movilizaran para cargarse al que tiene identificada hasta la última costilla de los contratantes.
Para colmo, trasciende que El Gordo contó todo. De un entonado Castaña pasó a ser el intenso Pavarotti.
Es de esperar que, con la reconfortante eximición de prisión de Jaime, los más lúcidos se predispongan a sentarse. Para entenderse. Ponerse de acuerdo en cuestiones básicas, con pasable dignidad.
El diálogo es, después de todo, un arte.
Oberdan Rocamora
para JorgeAsisDigital.com
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