Costillas contadas
SEMINARIO IV - Entreguerras y Entre Elecciones: Cristina va por la aniquilación de Clarín. La oposición política ni siquiera le interesa.
Artículos Nacionales
escribe Oberdán Rocamora
Redactor Estrella, especial
para JorgeAsísDigital
El kirchnerismo -en la presentable versión cristinista- «va por más». Por la aniquilación definitiva del Grupo Clarín. El adversario anunciado, redituablemente máximo.
La estrategia parecía demencial, pero resultó exitosa.
Pudo atenuarle, a la «prensa concentrada», el devaluado poder de fuego. Para demolerle la extorsiva credibilidad. Y hacerla inoperante.
Cristina entonces le brinda una invalorable lección histórica, en principio, al general Videla. También, en la misma fila, a Alfonsín, Menem y De la Rúa.
Enseña la Maestra Cristina que el Grupo Clarín, si se lo enfrenta con convicciones firmemente sólidas, es perfectamente doblegable. Porque sencillamente no se encuentra en condiciones morales de sostener ninguna batalla. Ganaba por la implantación del temor escénico.
Para colmo, Clarín debe tolerar, incluso, las mojadas continuas de orejas. Las palpadas de muslos. Respiraciones agitadas en las orejas.
Tolerar, por ejemplo, que desde Tiempo Argentino se le burlen. Lo gasten. Desde una de las cabeceras de playa del oficialismo mediático.
Tiempo Argentino -dirigida por Roberto Cavallero, lúcido biógrafo de Galimberti- es una de las cuantiosas publicaciones controladas por Sergio Szpolsky.
Empresario (Szpolsky) radical, de confesión extrañamente nosiglista. Pese, acaso, a Enrique Nosiglia, El Coti.
En la portada del último domingo, Tiempo Argentino se atrevió a jactarse, políticamente, de las 347 portadas adversas de Clarín. Dedicadas, crípticamente, al gobierno «transformador» de Cristina y su Revolución Imaginaria.
Es la prueba -para Tiempo-, de la virtual fragilidad de aquella fortaleza de papel. Que antes de Kirchner tanto se mitificaba. Consecuencias del gastado lugar común. Aludía a la imposibilidad de resistir «tres tapas adversas de Clarín».
«Van 347 tapas y Cristina sigue más fuerte que nunca», se ufana la Garganta, feliz.
El Pacto
Héctor Magnetto debiera oxigenarse un poco para continuar con la batalla. Darse ánimo.
Porque falta, aún, la ofensiva del frente tele-teatral. La recreación estética de «El pacto». Una burlería dramática, que va a depositarlos, en tres semanas, en el ámbito indeseable del ridículo.
A Magnetto, alias Bagnatto, como a la señora Ernestina, la directora nominal, el gobierno decide convertirlos, por segunda vez, en personajes de ficción.
Inspiraciones, puntos de partida para una tira televisiva, que contiene la fantasía de lo real. Con la participación de la sensiblemente talentosa Cecilia Roth. Con Mike Amigorena, con el galán (muy) maduro Federico Luppi. Y con el analfabeto funcional Gustavo Garzón (en el rol del general Videla, para brindar la dimensión del desprecio histórico).
«El pacto» amenaza con ser descaradamente frontal. Nada que ver con el inofensivo «Diario de la Argentina». Novela incunable de 1984, que por el arrojo de nuestros editores nunca más se va a imprimir (la última edición, del 2000, es de Oberdán Rocamora editor).
Texto que condenó, merecidamente, a su imprevisible autor, en adelante anónimo. Aunque le otorgó cierta chapa, bastante injustificada, de escritor maldito (advertencia, es el rótulo que en la Argentina no sirve para nada).
Antes de la tele-teatralización de «El Pacto», el divorcio estratégico con Clarín le produjo, al kirchnerismo, un dividendo extraordinario. Lícita toma de utilidades.
La subalternización, en bloque, de la oposición. Quedaron, los pobres opositores, reducidos a la nadería, el universo vacío que filosóficamente le inquietaba tanto a Heidegger.
Conste que la oposición suele ser, por lo general, olímpicamente ninguneada por los titanes del oficialismo que prefieren, para confrontar, a Magnetto. La cabeza (a rebanarse) del acosado Grupo Empresario.
Lo que se llama genéricamente «la oposición», la componen exponentes dispares que se entrecruzan. No aciertan en la manera de pararse en el conflicto. Toman partido y es peor.
La confusión -pobres- los desborda. Sobre todo porque el adversario, Cristina, perdió el interés en ellos. Prefiere saltearlos. Seguir con la enseñanza liminar de Néstor, el extinto, y demoler al Padrino de «la prensa concentrada».
El memorandum de Moneta
«El kirchnerismo ya le tiene contadas las costillas a Clarín» confirma la Garganta. «Como les tiene contadas las costillas a todos los opositores».
Se agrandaron, los kirchneristas, a punta de sufragios. Demasiado inflamados. Se les cumplió aquel vaticinio expresado en el memorandum confidencial y secreto.
Suscripto, según nuestras fuentes, por Raúl Moneta.
Es -Moneta- aquel empresario ligeramente tolerable. Que puso, también, el arsenal de su mediología, al servicio de la causa superior del cristinismo. Y lo que es peor aún, lo aceptaron. Pero sin mostrarlo. Como si fuera otro invalorable Dromi, alias Sai Baba, procedente de la cantera inagotable de Mendoza.
El memo de Moneta transcurrió en el inicial 2003. Escrito para conocimiento exclusivo del Presidente Néstor Kirchner.
Moneta es un resistente heroico de aquellos ataques de «destrucción masiva» de Magnetto. Su ex socio, de la misma edad. Dos Monos (garcas) de Madera. Del 44.
El memo de referencia, lo compuso Moneta cuando pugnaba, desde afuera, para que Kirchner embistiera contra Clarín.
«Van a tener que aguantarse 30 o 40 tapas, muy incómodas, desagradables, lo acepto. Pero, si se aguantan, comprobarán que en Clarín no tienen mucho más. Se les acaba la pólvora».
Durante los primeros cinco años, lanzado a la idea de construir el poder propio, Kirchner prefirió no hacerle caso a Moneta.
Decidió aliarse, preferiblemente, con Clarín. Comer churrascos con Magnetto. Pasear de la manito como Hansel y Gretel, por el prado. Subir juntos la cuesta y llevarlo hasta lo más alto.
Para arrojarlo, después, a Magnetto, impiadosamente, por la barranca. Cuando ya fuera demasiado tarde para volver a practicar el ejercicio legitimador del periodismo (un mero pretexto).
Contabilidad de las Costillas
«Todos los opositores tienen, en realidad, las costillas contadas. Se las dejaron contar».
Se sabe, de memoria, lo que ellos dan. Más aún, lo que pueden dar.
Es inútil entonces esperar que ellos brinden algo más. De lo (poco) que ya dieron.
De los opositores que mantienen las costillas contadas, Eduardo Duhalde, el Piloto de Tormentas (generadas), es el único que se obstina, hasta aquí, en plantear una oposición frontal.
Sus escuderos le reclaman, incluso, la gestación de una resistencia más dura.
Pretenden, razonablemente, radicalizarlo. Aunque haga méritos para presentarse «como estadista del consenso».
Pero Duhalde infortunadamente aparece, en la fotografía, muy debilitado.
Los desplantes artesanales de estadista no le resultan. Se atragantó de referencias inútiles hacia el ponderado Lula.
El Piloto de Tormentas (generadas) mantiene escasas fichas, y está muy jugado.
Se entretuvo, temporariamente, con el Placebo del Fraude. Pero no le alcanza.
Para colmo, registra desencuentros puntuales con Mario Das Neves, el Tenor Portugués. Compañero solidario del calvario electoral, el Tenor Portugués suele desafinar con la estremecedora canción autobiográfica. «Una furtiva lágrima».
Solitario en su vereda, Duhalde se ve en la obligación de motivar, con vibraciones de combate, a las huestes descorazonadas.
Son los sobrevivientes de la civilización duhaldista que se extingue.
Mientras tanto, los soldados de Estomba se preparan para encarar la última batalla, de la guerra invariablemente perdida.
Aunque debe valorarse, después de todo, que Duhalde sea el único que trata, hoy, de apuntarle con naranjazos a Cristina. La Serpiente que los tiene encantados. Petrificados por la paliza humillante del 50 por ciento. Contra 12.
Por su parte Ricardo Alfonsín, El Menoscabado, también con las costillas contadas, viene peor que Duhalde.
Tiene el caño, y la boleta, recortada.
Le soltaron a Alfonsín los perros salvajes del radicalismo.
Contienen el estruendo, aunque carecen de dientes.
Aunque Alfonsín prefiere obstinarse en descalificar, primero, a Hermes Binner, El Favorecido.
Con su aspecto de veterano Robert Mitchum, Binner se postula para desalojarlo, a Alfonsín, del segundo puesto. Deshonroso, por lo lejano.
Debe consignarse, además, que Alfonsín utiliza, con Binner, una ferocidad intensamente menor a la que utiliza, sin ir más lejos, Alberto Rodríguez Saa. Pero para demolerlo a Duhalde.
Al único que aspira, justamente, sin ninguna posibilidad de éxito, a demoler a Cristina. La Serpiente que sólo puede demolerse sola. Serrucharse. Para reiterar el clásico esquema de la implosión hereditaria (ampliaremos).
Final con dardos
Se asiste al juego de dardos entrecruzados.
Rodríguez Saa le tira los dardos a Duhalde. Mientras tanto Alfonsín le tira los dardos a Binner.
Pero Binner, con astucia socialista, no le tira dardos a nadie. Le alcanza, apenas, para simular que su proyecto socialista mantiene bastantes similitudes, en el fondo, con (la falta de) el proyecto oficial de Cristina.
«Pero votarlo a Binner es mucho más elegante», confirma otra Garganta. «Aunque los dos, en la Argentina, quieran hacer casi lo mismo».
En octubre, con seguridad, Binner va a alcanzar la condición privilegiada de segundo. Hoy está 52 a 17. Viene segundo cómodo. A 35 puntos de distancia de su próxima aliada.
Consta que de ningún modo Binner se encuentra dispuesto a ponerle trabas a Cristina. Al contrario. La va a secundar, para fortalecerla. Acompañarla.
Como si Binner fuera otro Macri, que tampoco se anota para confrontarla.
Ambos aspiran, apenas, a sucederla.
Oberdán Rocamora
para JorgeAsisDigital.Com
Continuará
Manténgase conectado.
Relacionados
El parravicinismo libertario contra el peronismo del año impar
Momento pleno de inflación baja, pero de ambición larga.
La delincuencia al poder
La justicia argentina tampoco se queda atrás en el vasallaje del ridículo. ¿Y si les vuelve a ganar?
Lucha por el poder en La Pajarera
Acaso peronismo sea todo aquello que subsiste después de las declinaciones de las modas dominantes.