Humillados, anotados y favorecidos
Duhalde, Alfonsín, Carrió, Clarín. Macri, Scioli, De la Sota, Urtubey, Del Sel. Altamira, el Alberto, Binner. Efectos de la victoria de Cristina.
Artículos Nacionales
De la humillante victoria de Cristina, en las «Elecciones amistosas» (cliquear) despuntan cuatro grandes derrotados.
Tres de los cuatro son profesionales de la política.
Eduardo Duhalde, el Piloto de Tormentas (generadas). Ricardo Alfonsín, El Menoscabado. Y la señora Elisa Carrió, Empresaria en Demoliciones (que nunca sabe explotar los escombros que produce).
Duhalde, Alfonsín, Carrió
De los tres, es al experimentado Duhalde, portador de una ostensible evolución, a quien le va a resultar más compleja la tarea de reponerse. La aventura de la recuperación. Para expreso dolor de Luisito Barrionuevo, o la obstinación del Momo Venegas. Y las ganas de permanecer de los enternecedores exponentes de la «civilización duhaldista», que se encuentra en riesgo de extinción.
A los 70 años, Duhalde emprende, como protagonista principal, la que puede ser su última campaña. Debe encararla con el rigor de una gira nacional de despedida. Como las que suelen organizar Los Chalchaleros, desde hace décadas.
Pero se impone, en Duhalde, como una despedida real de la actividad. La promete, a si mismo, desde el 2003. Desde cuando lo «trajo al Loco». Hasta que decidió «sacarlo». Llevárselo. Pero el Loco lo volvió a desconcertar. Se fue solo.
Con diez años menos, Alfonsín cuenta con mayores posibilidades biológicas que Duhalde. Pero su problema, al contrario, es político.
Los radicales, con aquellos que pierden, suelen ser implacables. Puede históricamente testimoniarlo Eduardo Angeloz (1989), u Horacio Massaccesi (1995), o el mismo Moreau del 2007, que se obstinó en no rendir, su concepción del partido, para apoyar al extrapartidario Lavagna.
Conste que El Menoscabado mantuvo una actuación descollante en la pugna interna. Se permitió postergar al vicepresidente Cobos, la estrella en ascenso, desde el 2008 al 2010. Se permitió eclipsarlo al senador Sanz, Hombre Providencial durante cuatro meses del 2010. Para los mendocinos Cobos y Sanz llega el tiempo natural de la revancha.
Infortunadamente, Alfonsín no pudo trasladar la destreza para la pelea interna, hacia la pugna con los adversarios de otra formación. Pese a «los consensos», y las discursivas «políticas de Estado».
En el magistral duelo de deudos, Alfonsín no pudo polarizar. En la confrontación del hijo contra la viuda.
Dos duelistas que crecieron, invariablemente, a partir del efecto redituable de la muerte.
Del padre, Raúl, para catapultar al hijo. Y del esposo, Néstor, El Furia. Para consolidar el crecimiento de Cristina, quien ya, en vida, en imagen e intención, había superado al marido.
La tercera gran derrotada es la señora Carrió. Transformada, en adelante, en un referente cultural. Más que político.
Justamente Carrió intentó establecer el discurso que tenía mayor relación con los dramones de la Argentina contemporánea. Desde la inmoralidad extendida de la corrupción (que Cristina aun no pudo clausurar), hasta las tinieblas delictuosas del narcotráfico. Dato gravitante para una campaña donde parecieron imperar cuestiones menos terrenales.
Después de construir y demoler varios proyectos, Carrió, La Empresaria en Demoliciones, resulto autorreferencial hasta en la máxima derrota. Pero se hizo -admirablemente- cargo.
Clarín
El cuarto derrotado no fue ningún candidato. El Grupo Clarín.
Considerado, arbitrariamente, por el fundador de la dinastía, como el enemigo principal. Después del idilio, imperdonablemente romántico, de estación.
El Grupo Clarín arrastra, en la humillación de la derrota, aunque en menor medida, también a La Nación.
Pero los diarios no pagan por sus errores. Nunca se hacen cargo de ninguna derrota. Aunque las forjen. Tampoco los periodistas que acompañaron el desgaste, con el relativo desperdicio de la inteligencia.
Es probable que los tres derrotados -Duhalde, Alfonsín, Carrió- tengan que dar algunos pasos al costado. O alejarse.
Pero Clarín y Nación pueden perfectamente proseguir con la ilusoria creencia que no les paso nada.
Ningún colectivo popular les paso por encima con una lluvia de votos.
Por lo tanto, ni siquiera merodea la menor inclinación hacia la autocrítica. Ni siquiera asumen la valentía de encarar cambios.
Pueden atreverse a describir, incluso, la realidad de la victoria humillante, como si lloviera en Madrid. Y no hubieran sido protagonistas fundamentales en la caída.
Los anotados
La triunfante humilladora -Cristina- legitima, en primer lugar, el brillante recurso del ausentado.
Mauricio Macri, el Niño Cincuenton, aguardaba -«en bermudas»- su victoria. ¿La deseaba?
Victoria que, según la evaluación, Macri descontaba. Y acaso prefería. Para convivir, otros cuatro años, con «la señora de enfrente».
Porque Macri -se dijo aquí-, no es el rival de Cristina. Emerge como el sucesor.
La dinámica, por supuesto, lo provee a Macri de otros acompañantes nada menores. Son otros los que se ganaron el derecho de participar en la mesa del poder del 2015.
En principio Daniel Scioli, el líder de la Línea Aire y Sol.
Macri conserva, con Scioli, más similitudes que diferencias.
Pero también está De la Sota, que representa el regreso al clasicismo. Como, en menor medida, Urtubey.
Y, si se decide, hay que agregar otro plato. Para el comediante oportunamente contratado. Debía sólo hacer un buen papel. Pero el desaforado Miguel Del Sel se convirtió en «el fenómeno». Y pudo ganar. Salomón, su compañero de formula, esta convencido que ganó.
También Hermes Binner se encuentra, potencialmente, entre los anotados. A los efectos del estudio, Binner se inscribe en el estamento de los favorecidos, en las «Elecciones amistosas».
Los favorecidos
Los que quedan bien parados, en la historia, para Oximoron, son también tres. De menor a mayor.
Jorge Altamira, El Trotskista Ilustrado. Protagonizó la campaña más original de su dilatada trayectoria. Con un aspecto distendido, pudo suavizar la dureza categórica de sus posiciones inflamables. El exuberante fundamentalismo de inspiración proletaria, que aún no encontró «su lugar en el mundo».
Alberto Rodríguez Saa, el promisorio artista plástico. Del Estado Libre Asociado de San Luis, el único bastión que sobrevivió a la voracidad vencedora del cristinismo. Es el exclusivo dato que le garantiza la indemne continuidad. Aunque el artista plástico aún no alcance la suficiente magnitud, como para tomarlo como un aspirante, de verdad, hacia la presidencia. Da la impresión que el juego del poder, en el fondo, lo divierte. Lo entretiene.
Y Hermes Binner. Es, en fin, quien despierta mayor expectativa para octubre. Contiene el mérito de ser, fuera de Santa fe, casi un desconocido. Lo cual es paradójicamente positivo. Porque el resto de los postulantes son muy conocidos por el electorado. Demasiado, en realidad. Se les conocen los argumentos. Las dilaciones. Hasta las pausas.
Binner combina la moderación del estilo, con el relativo progresismo de su ideología. Llama la atención que no haya requerido, al menos hasta hoy, del apoyo de ningún atractivo exponente de la poderosa Internacional Socialista. Movimiento que integra. Con referentes mediáticos de marca, a los que les encanta, sobre todo, viajar.
La imbatible
Cristina, para terminar, surge como imbatible para octubre.
Sólo tendría que «dejar sudar al tiempo». «Dejar llover un poco», al decir del poeta pre-romántico Rubén Reches.
Aguardar que no se perciban, en medio de tanta gloria, los puntos escatológicamente vulnerables que suelen ampararse en su proyecto.
Desear, en definitiva, que no asome ningún otro desastre. Que nadie apunte sobre las fragilidades estructurales de su compañero de fórmula.
Ningún escándalo de los que su verba puede, hasta hoy, simular. Acaso contener.
Pero no tiene mayores motivos para inquietarse. La única que podía avanzar, en el detalle de los desastres heredados, Carrió, se encuentra simplemente neutralizada por el rechazo electoral.
Y el periodismo, sobre todo «el concentrado», como lo apoda, padece la deslegitimación -hasta hoy no asumida- del vencido.
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Participación del Director del Portal, anoche, con Gerardo Rozín.
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