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Peronismo para obsesivos

Viviani-Moyano apoyan a Massa, contra Scioli.

Jorge Asis - 12 de mayo 2011

Artículos Nacionales

Peronismo para obsesivosLa operación es de un efectismo contundente.
El taxista José Luis Viviani -o sea Hugo Moyano- salió a instalar frontalmente la candidatura de Sergio Massa, el mini-gobernador de Tigre. Para gobernador de «Buenos Aires, la provincia inviable» (cliquear).

Cruce Etcheverry

En el metafórico Cruce Etcheverry, en medio de la rotonda, se abren «Los caminos de Massa» (cliquear).
Pero finalmente Massa, El Rápido, parece haberse quedado con el camino de la interna.
Significa que Massa escoge por hacerle la interna a Daniel Scioli, el Líder de la Línea Aire y Sol. A los efectos de obstaculizarle a Scioli el intento de reelección, en la provincia que se pone más inviable (y trascendente) que nunca.
La movida de Viviani-Moyano fue largamente estimulada por el impulsor principal de la postulación de Massa.
Tito Lusiardo, alias Juanjo.

Ajedrez de obsesivos

Peronismo para obsesivosEl peronismo puede presentarse como una ciencia inexacta para obsesivos. Especialistas en escenarios inescrupulosamente complejos. Signados por entrecruzamientos.

La señora Cristina, «Vestidito negro» (cliquear), le niega, a Massa, el camino de la colectora, alias «lista de adhesión». Como la colectora que se llevó, sin problemas, y con promesas de monedas, el frepasista Martín Sabbatella, alias Ocaña con barba.
Se la niega Cristina, asegura la Garganta, por lealtad y reconocimiento hacia Scioli, hoy mal llamado Mancusso.
«Pero tampoco te creas que ella tiene la foto de Mancusso en la mesita de luz», confirma otra Garganta atorranta.

Pero también Cristina le niega la colectora a Massa, según otra Garganta, por influencias de Amado Boudou, El Insaciable. Es un cuadro formado, como Massa, en la Ucedé, y avivado, como Massa, a fuerza de Ansés. Boudou descollaría en la danza del Aerotango, y dejaría su huella indeleble en el Municipio Urbano de la Costa. Hoy es El Favorito de Cristina para que lo represente en la Capital. En desmedro de Daniel Filmus, El Psicobolche, crédito de Colonia Zumerland.

Peronismo para obsesivosAfectado por el intento de Massa, de lograr la colectora eventual, Scioli se precipita en apoyarlo a Boudou en la capital. En desmedro, también, de Filmus, El Psicobolche.
Y Scioli cae en el desborde de promover, para el Tigre, a su hermanito Nicolás. Otro hermanito de Scioli es usado como amague por Francisco De Narváez, El Roiter.

Coincide Scioli, con Moyano, al avalar la aspiración del insaciable Boudou. (Moyano apadrinó a Boudou junto a De Vido, siempre en desmedro de Filmus).
Pero Viviani-Moyano se destapan ahora con el apoyo hacia Massa. En desmedro de Scioli. Pero también, en cierto modo, en desmedro de Cristina. Primero, porque ella no tiene un concepto demasiado enaltecedor de Massa. Segundo, porque no desea, al menos por ahora, que se le produzcan más inconvenientes a Scioli. Porque, respetuosamente, otra vez Mancusso volvió a encolumnarse en su proyecto, en la «defensa del modelo», sin hacerles caso a los empresarios, aventureros y mercenarios, que lo instigaban a saltar. A emanciparse.

Jefe Político

Peronismo para obsesivosLa decisión de Viviani-Moyano, de patrocinar a Massa, dista de ser un dato prescindiblemente banal. Porque Moyano es, ante todo, el presidente del Partido Justicialista de Buenos Aires. Pese a ser promovido como un indeseable Piantavotos. Según la concepción del gobernador Urtubey.
Gobernador de Salta, Juan Manuel Urtubey castigó con publicitada crueldad el error de Moyano. Consistió en haberse desplazado, hacia Salta, para apoyar al adversario que Urtubey iba escandalosamente a derrotar. Entonces Urtubey reacciona, vengativo, contra el Piantavotos de Moyano. Pero con un mensaje destinado hacia la Presidente. A la que también apoya, pero le marca distancias.
«Salta necesita un gobernador, no un representante del poder central», dijo Juan Manuel, para anotarse en la pantalla del 2015. Junto a Scioli. Pero también junto a Moyano.

Lo cierto es que, si se marcha en Buenos Aires hacia una pugna interna Scioli-Massa, para el peronismo obsesivo es casi equivalente a lo que fue la interna nacional, para presidente, de 1988. Entre Menem y Cafiero.
Porque, el que gana, así sea el aventajado Scioli o el desafiante Massa, se eleva como jefe político (lo que quisiera ser, casualmente, Moyano. Y también, claro, Urtubey).

El fango de los distritos

Peronismo para obsesivosPor arriba, las movidas se asemejan a un inteligente juego de ajedrez. Pero por abajo, en los distritos, el mecanismo de las movidas espectaculares es difícilmente trasladable.
Lo explican las dificultades prácticas que presenta el eventual acuerdo (por arriba) entre Ricardo Alfonsín, el Menoscabado que los Duerme a Todos. Es el presidenciable necesitado de un aspirante fuerte hacia la gobernación. Y Francisco De Narváez, El Roiter, aspirante a la gobernación que viene necesitado de un presidenciable.
Por arriba, el acuerdo es perfecto. Circular. Merece un título de página. Cabeza de noticiero televisivo. Pero en el fango de los distritos la movida se impone como una tragicomedia inviable.
Dista de ser simple acercar a los que no se quieren.
Los que fueron opositores y mantienen, culturalmente, la vocación de enfrentarse.

Hacia el macrismo póstumo

Harto de esperar a Macri, el Niño Cincuentón, Narváez, días atrás, intentó legitimar, por escrito, un acuerdo. Fue preparado por el lúdico Amoroso y el prolijo Ferrari. Enunciaba las claves del pacto:
El Roiter para Gobernador. El Niño Cincuentón para Presidente.

Pero Macri lo rechazó. Lo pedaleó. Con la celeridad que se saca los aspectos irritantes que necesitan una definición. Tenía ya decidida la capitulación. La pasión por el alivio de borrarse, y la tergiversación de bailar. Volver hacia la capital que ingratamente quiso abandonar. Aunque asegura, entre los pasitos, que el PRO va a llevar una propuesta nacional. Al respecto facultó una comisión de personeros cansados, para negociar con Solá, Duhalde, Massa, Lavagna, Alfonsín y Altamira. Sin tomar conciencia aún que se le viene, acaso muy pronto, el «macrismo póstumo».

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