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Peronistas de catálogo

EL PICADO (II): Alberto Rodríguez Saa, candidato anti-flama del pulverizado Peronismo Federal.

Jorge Asis - 19 de abril 2011

Artículos Nacionales

Peronistas de catálogoLos hombres más capacitados de Duhalde se resisten a tomar conciencia de la magnitud del desmoronamiento. La meditación trascendental puede servirles para concluir que el fracaso -en definitiva- no existe.
Después de la debacle, sólo les resta bailar. Como Anthony Quinn y Alan Bates, en la playa de blanco y negro. Como en el final de «Zorba el Griego». Cuando todo se fue a la m…

«Las internas ya fueron, la historia se acabó, ya está, chau», minimiza un Zorba. Es Eduardo Amadeo, que no salta ni baila. «Ahora nos vamos a dedicar al armado de un espacio opositor».
«No hay que perder más el tiempo», señala otro Zorba. Es Carlos Brown, alias Tato.
Reflexiones de los exponentes de la (casi) extinguida civilización duhaldista. Inducen a la oportuna evocación de la sentencia clásica de Vernet. Es el pensador positivista que participa de la escudería de Rodríguez Saa.
Indica:
«Perder no es grave. El problema es la cara de b…que te queda».

El Mal

Aunque se esfuerce en la inteligencia de no percibirlo, Eduardo Duhalde, dolorosamente, ya «está bajado». Por la realidad. El «papelón» le deslegitima la máxima aspiración protagónica.
Peronistas de catálogoEs intelectualmente honesto aclararlo. Advertirlo, antes que Duhalde se estrelle con la rutina durísima de la humillación. Y sin caer en la complicidad perdonavidas de admitir que los duhaldistas se hagan -porque son amigos- los burros. Y pretendan persuadir a la sociedad que nada les pasó. Aunque la sociedad les sea indiferente.

Fueron dos años desperdiciados en la preparación del «armado». Producto de la incorrecta evaluación política.
Al generar el cisma del Peronismo Federal, experimentados dirigentes abandonaban la cancha grande del peronismo. Para disputar, en adelante, la marginalidad del «picado». Entre ellos.
Lo dije. Lo escribí. Padecí la previsible acusación. Que resultaba funcional a Kirchner. Era el Mal. El objetivo de la cismática creación.
El Furia, mientras tanto, les preparaba un golpe sigilosamente bajo. La travesura irresponsable de su muerte.

El catálogo

Peronistas de catálogoEl Club de Gobernadores del Peronismo Federal, al final, iba a estallar con la virulencia espectacular del cascote lanzado contra el espejo.
Representa el emblema del fracaso para los invalorables compañeros que nunca soñaron, siquiera, con ser gobernadores. Que llegaron, incluso, hasta a entusiasmarse. Con la ejemplar unificación de la convocatoria en el renovado hotel que supo ser el City, de la calle Bolívar. Fue seis meses atrás.
Estaban los venerables «coordinadores». Los «artesanos armadores». Los ex gobernadores de colección. Ramón Puerta (Misiones), Juan Carlos Romero (Salta). El incansable Adolfo Rodríguez Saa, del Estado Libre Asociado de San Luis, y principal instrumentador de las proyecciones de su hermano Alberto. Y Carlos Reutemann, el adorno escenográfico de Santa Fe.

Los coordinadores de colección presentaban, en sociedad, a los peronistas del catálogo. Cuatro candidatos presidenciales para confrontar con el Mal. Kirchner.
Duhalde, de «Buenos Aires, la provincia inviable». El Piloto de Tormentas (generadas). Alberto Rodríguez Saa, el artista plástico. Antiflama. Felipe Solá, exponente máximo del felipismo, también de Buenos Aires. Y Mario Das Neves, el Tenor Portugués del Chubut (aunque nacido en Crucesita, Avellaneda).

Peronistas de catálogoUn siglo después de aquella marcha peronista, y de los contagiosos aplausos del City, sólo resiste, ante la fortaleza del ridículo, la inmunidad de Alberto Rodríguez Saa. El Antiflama. Habilitado para autodefinirse como el candidato del pulverizado Club de Gobernadores del Peronismo Federal.

Desbande

De los «coordinadores», el primero en partir fue el adorno. Reutemann. Aprovechó la muerte decisiva de Kirchner. Para escaparse del marco aquel que no le servía para nada. Aunque su presencia de adorno le aportaba (al marco) atisbos de respetabilidad.
La toma de distancia de Reutemann resultaría letal para el Club. El adorno, como un centro de mesa, completaba. Proporcionaba preocupante seriedad para el kirchnerismo.

Después del papelón, de las esquirlas del tercer picado (de Santiago del Estero, Catamarca y Tucumán), Puerta y Romero prefirieron quedarse razonablemente en sus provincias. Retardar, con sabiduría olfativa, las tensiones de la próxima reunión. Pasarla para después de la semana santa. Y más allá.
El Adolfo, en cambio, participa de la euforia naturalmente artificial del Alberto. Autodenominado lícitamente El Triunfador. Por el abandono de Duhalde. Quien pugna por olvidarse y bailar, como Zorba, en la playa mediática.

De los cuatro peronistas presidenciables del catálogo, Alberto es el único que queda en pie. El estilo antiflama signa la paciente obstinación de Búfalo. Dispuesto a llegar, entre el fuego, hasta el final.

Peronistas de catálogoDas Neves, El Tenor Portugués, hoy entona, con convicción conmovedora, «Una furtiva lágrima». Melancólicamente enmarañado entre las urnas sospechosas del Chubut.

Por su parte, Felipe Solá se debate en la compleja interna de sí mismo. A medida que se aleja de las posibilidades de alcanzar el poder, se vuelve más sensato. Parece recuperar, incluso, la inteligencia perdida, después de décadas de hacerse el estúpido.
Hoy tiene la luz verde de Alfonsín. La aprobación de la señora Stolbizer. Estudia la vuelta hacia la gobernación de la provincia inviable. Sentencia otro positivista, pero anónimo.
«Solá ya jorobó bastante a los peronistas. Es hora que empiece a jorobar a los radicales. Él equilibra».

Duhalde, en cambio, pone el rostro hierático del perrito al que le hacen, violentamente, el amor. Mientras tanto confirma que su candidatura a presidente está «más firme que nunca». Los obstáculos lo potencian.

Desde el Purgatorio, Kirchner, El Furia, se ríe. Mucho se ríe. No puede parar, el ingrato, de reírse.

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