Presi, vice o gobernador
BUENOS AIRES, PROVINCIA INVIABLE (I): Dilemas del rehén Daniel Scioli, el Líder de la Línea Aire y Sol.
Artículos Nacionales
escribe Oberdán Rocamora
Redactor Estrella, especial
para JorgeAsísDigital
Obedece, instrumentalmente, al jefe que lo devalúa.
Kirchner prefiere retenerlo otra vez, en el 2011, como su compañero de fórmula.
Ir de segundo de Kirchner, para el rehén Scioli -según Consultora Oxímoron-, representaría el peor escenario que pudiera imaginar. Aferrado al hombre del prestigio extinguido.
Merced al amontonamiento de medios adquiridos, y a las vacilaciones casi indecentes del conjunto opositor, Kirchner supo instalar la idea ilusoria de la recuperación política.
Los que no digieren semejante píldora del optimismo oficialista, admiten la conjetura. Que Kirchner, el Secretario General de la surrealista UNASUR, no pueda ser, invariablemente, el candidato. Los analistas consideran que, en tal caso, iría al frente Scioli.
Para Consultora Oximoron, es menos que una especulación. Porque es altamente improbable que Kirchner -que jamás regala un caramelo- lo promueva a Scioli, para suplantarlo.
«Kirchner se inclinaría, antes que por Scioli, por el salteño Urtubey», confirma la Garganta.
A pesar que Urtubey se encuentre asediado por Alberto Fernández. Es el poeta desplazado, que trata de seducirlo con el endeble versito generacional que supo confeccionar. Induce, en el romanticismo, al suicidio, a todo aquel político que supere los 50 años.
A Fernández le cuesta asumir la cotidianeidad del desplazamiento. Pero por suerte Das Neves, el otro candidato que no prende, suele calificarlo, con su intuición informada, como «doble agente». Como si el Alberto cumpliera instrucciones, aún, de Kirchner. Es lo que precisamente el poeta desearía. Ampliaremos.
Sigamos con Scioli.
Debe saber Scioli, o por lo menos sospechar, que nunca va a erigirse como el heredero de Kirchner.
Le queda entonces la alternativa, al Líder de la Línea Aire y Sol, de impulsar el amague de la reelección. Para repetir la epopeya de gobernador de la provincia de Buenos Aires. Es la última ola de entusiasmo que brota, en exclusiva, desde los despachos de La Plata. O sea, de la propia administración.
El sciolismo, afuera de los puestos y de la imagen, no existe. Es un conjunto positivista de frases fuertemente adheridas a una personalidad siempre cordial, que avasalla en el impulso de «ir para adelante». Pero suele caracterizarse, al menos hasta hoy, por la significativa intrascendencia territorial.
Por lo tanto surgen agrupaciones ideales para constar en actas. Son movilizadas por los ministros. Por los secretarios de estado que se referencian, en la política, a través de la magia del cargo. Scioli podría garantizarles la continuidad que, de todos modos, deben ganarse.
Verbatim
A su pesar, Kirchner y Duhalde promueven entrecruzamientos. Contienen afinidades selectivas. Ambos mueven los mismos trebejos. Como Scioli y Massa.
Pero para aproximarse a la inviabilidad de la provincia, es necesario referirse, antes, a otro hombre fundamental. El que se hace sentir desde la ausencia. Es Alberto Balestrini. Convaleciente entre aparatos respiratorios, signado por los enigmas relativos a la difusa recuperación.
La enfermedad de Balestrini provoca un dilema explicablemente humano, pero engarzado en el vacío del acontecimiento irreparablemente político.
Balestrini representaba -para Consultora Oximoron- la garantía del peronismo perfectamente encuadrado en la defensa del gobierno nacional. Aunque, en el fondo, los minigobernadores del conurbano, los que se reportaban a Balestrini, lo perciben a Kirchner, aún, como un elemento ajeno. Que mantiene el poder transitoriamente prestado.
Había aprendido Balestrini, además, a convivir con el otro forastero en la provincia. Con Daniel Scioli, el paracaidista que les insufla oxígeno, desde la Línea Aire y Sol.
El forastero se había vuelto, incluso, tratable. Porque Scioli ya había atravesado el habitual periplo de la voracidad recaudatoria, para mostrar, posteriormente, márgenes cálidos para la convivencia.
El perfeccionamiento de la relación de Scioli, con el establecimiento cultural del peronismo, pudo ser sintetizado en alguna expresión colorida de Federico Scarabino.
Es -Scarabino- el presidente del senado. Por lo tanto, para infortunio de Scioli, es el sucesor institucional de Balestrini.
Scarabino, según nuestras fuentes, le dijo:
«Gobernador, usted tiene que aprender a conjugar algún verbo».
Con la mirada, el Gobernador preguntó cuál.
«El verbo coparticipar».
Podía suplantarse, en todo caso, por el verbo repartir.
Ay Pepito y El Roiter
Con su salto hacia la modernidad de Narváez, El Roiter, un personaje secundario, como José Scioli, alias Ay Pepito, lo perturbó, en exceso, al hermano Daniel.
Ay Pepito, con su partida, le hizo más daño, al hermano, que en los alborotos desprolijamente dispendiosos de la gestión. Caracterizada por el marco de una confrontación absurda con Alberto Pérez.
Es -Pérez- el muchacho que suele obstinarse, junto a Javier Mouriño, en aportar alguna cuota de política en el optimismo visceral de la Línea Aire y Sol. Pero, hasta aquí, sin mayor suerte.
Ay Pepito genera la popular sospecha del acuerdo que, en definitiva, no existe. Entre la Línea Aire y Sol, de Scioli, y la desorientación clásica del «roiterismo». Deriva en la demencia publicitaria que lo hace naufragar, a Narváez, en las costas titubeantes del ridículo.
A Narváez se le esfuma paulatinamente la imposible candidatura presidencial. Pero también, entre los coqueteos con Kirchner, se le aleja, a Narváez, la candidatura a la gobernación de la desairada Buenos Aires.
De la mano de Manzano, El Roiter, Narváez, se aproxima hacia la perversidad lenta de la ciénaga. Del desperdicio. Del que difícilmente pueda rescatarlo el talentoso doble de Tinelli.
Massa
Para entender la inviabilidad de la provincia, en el suspiro de una crónica, Consultora Oximoron sugiere dirigir la atención, mejor, hacia Sergio Massa.
El alcalde de Tigre es, en la actualidad, el verdadero competidor de Scioli. Desplaza Massa, de la esfera de aspirantes a la gobernación, a Narváez, que para colmo aporta más confusión que dinerillos.
Porque Massa es quien está presente en el fuero íntimo de Duhalde. Igual que el propio Scioli (el ex presidente Eduardo Camaño tendría algo que aclarar al respecto).
Pero el problema es que Duhalde, en el tema Massa, coincide nuevamente con Kirchner.
Porque Massa vuelve a ser, según nuestras fuentes, un interlocutor semanal de Kirchner. Se encarga de referirlo el propio Massa.
Las razones distan de encontrarse en los atributos morales de Massa. Se basan en las lecturas de las mismas encuestas. Donde al pendex del Tigre le va mejor de lo que merece.
Kirchner lo merodea a Massa, según nuestras fuentes, para atormentarlo a Scioli. Al rehén.
Al rehén que le tienen -tanto Kirchner como Massa- contabilizadas las costillas. También, incluso, las costillas multiplicadas en el exterior. Fuentes originadas en los bordes del Tigre, y en los arrabales malignos del kirchnerismo, difunden los atractivos títulos que consumen los minigobernadores del conurbano. Los que no superan, probablemente, la categoría de infundios. Referencias hacia determinados paisajes memorables de La Toscana. Pero mencionan, además, hasta Cerdeña, en los alrededores de la Costa esmeralda. Suele señalarse, al respecto, la virtud colosal de cierto inversor que suele abrir las puertas de Europa, en su rol sustancial de intermediario. Hombre fuerte en la problemática de las maquinitas que brillan en la sierra bonaerense (es relativo el interés de ampliar la información).
El eterno Fiscal
El primer despacho de la miniserie, sobre la provincia inviable, no puede concluir sin la referencia, por ahora escueta, al eterno Fiscal Carlitos Stornelli. Consagrado por el alias de La Gritona.
Vuelve, La Gritona, hacia la Fiscalía. El lugar que nunca debió haber abandonado. Enriquecido de experiencias, y también de algo más tangible. Pero despreciado por quienes fueron sus colegas, acaso hasta amigos. Es el caso, sin ir más lejos, de Paul Stark. Y también de Martín López Perrando, que fue quien lo catapultó para el desafío de ser funcionario. Por el impulso compartido, según nuestras fuentes, entre Julio De Vido, interesado en separarlo del Caso Skanska, y Daniel Hadad, el Fenicio (que hoy declina en el kirchnerismo, sutilmente carente de compasión).
Todos prefieren creer, para irse a dormir tranquilos, en la lectura oficial de la historia. Que fue Scioli quien se cansó de Stornelli. A los efectos de acumular las competencias del superministro Casal.
Es -Casal- el mesurado burócrata de redacción propia. Con excelentes modales jamás vacila en masacrar al adversario.
Pero aquí es muy poco lo que tiene que ver el tema de la seguridad.
Quien decidió la decapitación de La Gritona fue -cuando no- Kirchner. Porque a Stornelli se le detectaron, según nuestras fuentes, ciertas vinculaciones peligrosamente indeseables con el único enemigo que atiende Kirchner, y que tiene en cuenta. El Grupo Clarín. Por tendenciosas filtraciones informativas.
Influyó, además, para el cadalso de La Gritona, algún lazo de afectación (de Stornelli) con la señora Graciela Ocaña. Lo que significa, también, con una aproximación con el poeta Alberto Fernández. El célebre sonetista del espíritu. El Gustavo Adolfo Becquer que, con el candor de la mirada romántica, aún suele disponerse a defender a Kirchner. Sobre todo en las reuniones sociales donde tantea con su ilusoria candidatura.
Alberto Fernández (para Das Neves el «doble agente»), aún lo define a Kirchner como el presidente superior que tuvo la democracia recuperada. Sin percibir el poeta, al menos hasta hoy, que el kirchnerismo viene por él. Por su poesía. Ya no es sólo por la prosa oral del albertista Cappachioli.
Es -Cappachioli- el cantante vocacional que «un día cansado» -como en el tango «Yira yira»- se dispone a «ladrar».
Al contrario de Jaime, Cappachioli no debiera esperar ninguna ayuda, «ni una mano, ni un favor».
Por supuesto que ampliaremos.
Oberdán Rocamora
para JorgeAsísDigital
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