Guerra de convalecientes (I)
Divorcio Gobierno-Clarín. O mejor Kirchner-Magnetto. Hacia la perversa neutralidad.
Artículos Nacionales
escribe Oberdán Rocamora
Redactor Estrella, especial
para JorgeAsísDigital
«Las batallas las gana Kirchner, pero la guerra va a ganarla Clarín».
La sentencia del entendido anónimo alude a la necesidad de Kirchner de obtener un triunfo imposiblemente rápido. Pero lo que precisamente Kirchner no tiene es tiempo. El que tiene, le juega en contra.
De acuerdo a este lineamiento de interpretación, Clarín, con solo aguantar, se favorece. Vence. Pero queda estragado. Recortado en tiritas.
Trátase de una Guerra de Convalecientes.
Se libra en la sala de terapia intermedia del país devaluado.
Los líderes de los ejércitos (arrastrados) participan de la convalecencia de sus respectivas enfermedades.
Basta con acudir al desenfado del semanario Noticias. En dos entregas sucesivas, con croquis explicativos y estética discutible, se ocupó de la carótida de Kirchner, y de la garganta de Magnetto.
El divorcio
Menos que de una guerra, debería hablarse, con rigor, de un divorcio. En deplorables términos. Entre convalecientes que se tiran con sueros y jeringas.
Hasta principios del 2008, el matrimonio Gobierno-Clarín funcionaba casi a la perfección. Los apoyitos para la megafusión del cablerío se trocaban por fantásticas omisiones informativas. Es el origen de la gran parte de la gloria hegemónica de Kirchner. Amparada en las distracciones selectivas de Clarín.
Entonces se genera una gracia infinita cuando Clarín, desde la quincuagésima portada de guerra, señala la existencia de «empresas amigas del gobierno». Representa la máxima manifestación del pucherito. Del tardío despecho de la mujer abandonada. Por otra.
«Lo han visto con otra te han dicho esta tarde».
O viceversa. Es la ética reprochadora del varón (Magnetto), que le entona a La Elegida:
«Yo no se si el que tiene así se lo merece».
Lo cierto es que no existió, para los Kirchner, una empresa que haya sido más dócilmente amiga que Clarín.
Quien lo manifestó fue La Elegida. El que iba a comer churrasquitos a la residencia de Olivos no era Gerardo Ferreira. Ni Eurnekián. Era Magnetto. Ningún otro.
«Y si vieras la catrera/ como se pone cabrera/ cuando no nos ve a los dos».
La perversión de la neutralidad
Lo peor que puede pasarle a la Argentina -para JorgeAsisDigital-, es que alguno de los dos sensibles divorcistas se imponga en la contienda.
Lo preferible, lo convenientemente deseable, es que la Guerra de Convalecientes -entre tomografías, enemas, drenajes y antibióticos-, se extienda, al menos, durante seis meses más.
Para que se pulvericen las dos patologías. Delante de la sociedad que los padece.
Son dos estilos altamente nocivos. Los que coincidieron, en la hipocresía de la convivencia, hasta el instante unilateral del divorcio.
Cuando Néstor, inspirado por Moyano, enarboló el cartelito «Clarín Miente».
Grotescos severamente perjudiciales para la adolescencia del país que debiera proponerse, de una vez por todas, la experiencia de la viabilidad. En un marco previsible de sensatez democrática.
O que siga, caso contrario, la joda.
Dos derrotados
Los dos contendientes, en sus metafóricas camillas, ya registran fuertes laceraciones.
Aunque ganen, los dos ya perdieron.
A Kirchner, la improbable victoria le va a servir, a lo sumo, para ordenar mejor la retirada. A los efectos de preparar el exilio interno, en El Calafate. Con menos presos. Y con la bella residencia expuesta, como una paradisíaca Puerta de Hierro.
Los sucesores, para colmo, ni siquiera le van a reconocer nunca, a Kirchner, el virtual esfuerzo por haber masacrado al consorcio que se disponía, indirectamente, a gobernar. Que le ofrecía migajas de apoyos siempre transitorios, a cambio de las ventajitas en cualquier negocio. Hasta que la imagen del Gorro Frigio sea (también metafóricamente) superada por la imagen de la cornetita.
Aunque Clarín triunfe en la guerra, como sentencia el entendido anónimo, le va a servir aún menos que a Kirchner.
El consorcio ya no podrá regular, arbitrariamente, la selectiva comunicación a partir de las ventajitas de sus desastres que se nacionalizan.
A Clarín lo va a perseguir, hasta la posteridad, la pérdida más grave para cualquier quiosquero que decida dedicarse al periodismo. La credibilidad.
La movilización del odio
«Se equivoca. En la Guerra, Rocamora, no se puede ser neutral -nos sentencia otro entendido- Le pasó a la Argentina en la primera mitad del siglo veinte. Así le fue».
Abundan los supuestos imparciales que pugnan por Clarín. Movilizados por el odio, colectivamente visceral, hacia los Kirchner.
Posición similar a la del respetable comunicador que, por el odio hacia Clarín, sale a operar, abiertamente, a favor de Kirchner.
«Los gobiernos se pueden cambiar»- nos dijo- «Pero Clarín sigue para siempre».
El Portal insiste, a pesar de todo, en la interesada neutralidad, necesariamente perversa. Con el propósito esperanzador que se pulvericen los dos modelos patológicos que sofocan a la Argentina tristemente devaluada. Sin ninguna inclinación por decidir preferencias en materia de padecimientos. Sin establecer menores diferencias entre la hoguera o el garrote vil.
Oberdán Rocamora
para JorgeAsísDigital
Continuará
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