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Puente Cristina

Para privilegiar a los recomendados por la Agencia de Colocaciones "La Cámpora".

Jorge Asis - 30 de junio 2011

Artículos Nacionales

Puente Cristina«Conmigo no, Cristina», reaccionó el senador peronista Carlos Verna, al verse puenteado en el Puente Cristina.
Verna es el titular del Bloque Desempatador, candidato a gobernar -otra vez- La Pampa.
«Lo respeto a Scioli, pero yo no soy Scioli», dicen que les dijo Verna, según nuestras fuentes, a los suyos.

«¿Y por qué con vos no?, ¿A quién le ganaste?», parece haberle respondido Cristina, en un corte de manga y a la distancia. Entusiasmada con el rigor arbitrario de la guadaña. Con el formato del lápiz rojo, para las tachaduras que le instruye a Zanini.
Cristina, asumida como «puente entre las generaciones», después de la ficción del acuerdo firmado, decidió vetarle, a Verna, a Luis Campo, alias Cacho.
Es Cacho Campo el actual vicegobernador de La Pampa.
Pero Cristina, en el lugar tachado del Cacho Campo, la puso a María Luz Alonso.
Es la promisoria economista de 26 años. Viene dulcemente recomendada por La Cámpora, la Agencia de Colocaciones más eficaz. Beneficiaria absoluta del Puente Cristina.
El Puente Cristina es como el Puente Pexoa.
«La diferencia es que, en vez de besarte, como en el Puente Pexoa, en el Puente Cristina te c… Te rompen el c…».

Cristina nunca mantuvo una relación cordialmente amigable con Verna. Como la mayoría de los senadores, que oportunamente la padecieron. Como sostuvo Maya, alias Mayita, Cristina resultó comparativamente trascendental para que los senadores de los noventa sobrevaloraran a sus mujeres.

La cuestión que Cristina le impuso también a Verna, con secreta malicia, su propio Mariotto. En realidad, le puso una «mariottita». La «camporista» María Luz, hasta su nominación, soportaba el cargamento de un 2011 feroz, detestable (la pobre tuvo un terrible accidente en su Ford Fiesta, donde murió un chico de 23 años).

Irritante autonomía

Puente CristinaAparte, Verna mantiene una característica que deplora Cristina en el peronismo. Es el «jefe político» del territorio.
En La Pampa Verna desplazó al eterno Rubén Marín. Quien ejercita, en la actualidad, una excelente sintonía con la cultura invasora del kirchnerismo.
Para colmo, una vez que lo derrotó, Verna le dijo a Marín:
«Nadie mejor que vos, Rubén, para presidir el Partido».
Magnánimo, Verna le cedió la jefatura, a Marín, para que estuviera casi de adorno. Pudo haber sido un error.
Porque Marín paulatinamente se ubicó -sostienen los vernistas con malicia- «del otro lado del puente».

La Pampa emerge como la síntesis ejemplar del totalitarismo que aplica Cristina. Desde la altivez autoritaria del Monte Olimpo. Para masacrar, y pisotear, cualquier atisbo de federalismo.
Estilo para aplicar hasta con un «jefe», como Verna, que solía destacarse, entre los Venerables del Senado, por su irritante autonomía.
Exhibía los atributos parlamentarios: conocer hasta el último secreto de los presupuestos. Entonces Verna se tornaba un senador molesto. Porque sabía, en medio de tanto desconocimiento e indolencia. La importancia de su voto no era sólo matemática. Basada en levantamiento de una mano. O los dos brazos.
Su capacidad para la obturación, el esclarecimiento o el daño, motivó fuertes intentos de acercamiento, encarados por los titanes oficialistas del senado.
Puente CristinaPero los movimientos decisivos no se concretaron, según nuestras fuentes, a través del senador Pichetto, el presidente del bloque. Ni de Pampuro, el presidente provisional. Fueron a través del sustancial senador Nicolás Fernández, de Santa Cruz.
«Sin contarla a Cristina, Nicolás es el más valioso de todos los Fernández del kirchnerismo», confirma la Garganta.
Al menos, para la selectiva consideración de Néstor Kirchner. Y de la heredera. Cristina, aquella que se resistía a ser «la recluta Fernández».  Ahora imponía una disciplina, en la Cámara de los Venerables, que impresionaba. Tratar con ella es, en todo sentido, mucho peor de lo que fue tratar con el extinto. Para consolidar aquellas sobrevaloraciones que exaltaba el senador Maya.

«La diferencia de Nicolás, con el resto de los kirchneristas pegajosos, es que está habilitado para llamar. Y que lo atiendan», certifica la Garganta. «Los otros, en cambio, son llamados».

La guadaña

«Pero Nicolás también se quedó afuera», confirma engañosamente otra Garganta.
Puente CristinaPara demostrar que la guadaña del Puente Cristina, acaso, llegó para todos. No sólo para los sindicalistas irresponsablemente devaluados. Los puenteados que no simulan su rencor. Se lanzaron a entonar los quejosos misereres por los medios de comunicación. Pucheritos. Reproches, por haber defendido, frontalmente, «el modelo» imaginario.
Los sindicalistas despechados aguardan, según nuestras fuentes, la reacción, previsiblemente letal, de Hugo Moyano, el desairado principal. Para antes del final del año. La inflación, en adelante, va a ser un tema más prioritario.
«La relación de Moyano, con el gobierno, está fisurada. Sin retorno», asegura la Garganta.
«No hay más piel», como sintetiza Lezcano.

La guadaña del Puente Cristina llegó también para los radicales anexados. Alguno manifiesta su inconformidad. Como la señora Silvia Vázquez.
O para los sobrevivientes de las «organizaciones sociales». Se nota D’Elía porque protesta. Otros se atragantan. Corridos. Puenteados por la extraordinaria capacidad de lobbing de la más pujante agencia de colocaciones. De moda. La Cámpora.

Los incautos creen que la guadaña llegó para rebanarlo, también, hasta a Nicolás Fernández. Suplantado, entre los Venerables, por Pablo González, actual ministro de Gobierno de Santa Cruz, la provincia madre que emerge como el espejo final de La Argentina entera.

Puente CristinaSignifica aceptar que Cristina se tomó muy en serio la pregonada condición de «puente generacional».
Tampoco tuvo reparos en aplicarle el método de la guadaña a Pampuro, y dejarlo afuera al máximo crédito del Portal.
A Pampuro no se le permitió la posibilidad de ser el vicegobernador de Scioli, en Buenos Aires. Ahora, con la boca abierta, a Pampuro le resta aguardar el caramelo de madera de alguna embajada.
Menos Cristina vaciló en dejarlo, fuera del juego, al gobernador Jaque, de Mendoza. Al «fratello» Rossi, en Santa Fe.
A tantos resignados que se quedaron reducidos, más acá del puente. Para privilegiar a los anotados como destinatarios. Situados del otro lado del Puente Cristina. Miembros recomendados por la Agencia de Colocaciones más solvente. La Cámpora. «Joven argentino. Reclútese. Diríjase a la página web más cercana».

Elementos de reserva

Sin embargo nadie, con algún nivel de información, supone que a Nicolás lo puentearon generacionalmente. Es también otro elemento de reserva. Como lo fue Boudou.
Al menos, si no es para Jefe de Gabinete, o Premier, Nicolás va a mojar para ministro del Interior. En el lugar de Florencio Randazzo. El (ex) Killer Randazzo podría entonces cumplir con su proyecto vital. La asignatura pendiente. Ser el Premier. Sucederlo a Aníbal Fernández, que se conforma con otro invalorable caramelo de madera. La Cámara de los Venerables. El Senado.
Puente CristinaComo otro ministro, Julián González, que planifica escalar. Pero entre el amontonamiento de los diputados.
Ambos ministros -González y el Premier Fernández- son sindicados como los posibles titulares de las respectivas Cámaras.
«Mirá que bien», ironiza otra Garganta.
Pero ellos son lo suficientemente experimentados. Y están, en política, bastante grandecitos. Ni González ni Aníbal pueden ignorar el cambio de la categoría.
La B nunca es como la A.
En las dos cámaras, suele participarse de la estética carcelaria. Mantienen sus propias reglas. A las que cuesta, en general, adaptarse. Más aún, cuando se llega con el objetivo explícito de ganar. Imponerse.
Sostiene cierto sabio positivista: «En el senado, o en diputados, a los que primero se violan es a los importantes».

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