Radicales hereditarios
Borrás (hijo), jefe de campaña de Alfonsín (hijo), para competir con los blends de Cobos.
Artículos Nacionales
escribe Oberdán Rocamora
Redactor Estrella, especial
para JorgeAsísDigital
Dos Raúles, Alfonsín y Borrás. Desde otra dimensión, deben aprobar las acciones de los hijos. En la vida transitoriamente terrenal.
Ricardo, hijo de Raúl Alfonsín, es el protagonista principal del fenómeno de la clonación superadora. Candidato a presidente.
28 años después que lo fuera, victoriosamente, Raúl. El padre.
Otro Raúl, el hijo homónimo de Raúl Borrás. Aquel que fuera ministro de Defensa de Alfonsín.
Borrás hijo acaba de ser designado, según nuestras fuentes, jefe de la campaña electoral de Ricardo.
La civilización radical suele reproducirse en dinastías generacionales.
Juntos, otra vez, «como en el 83». Los apellidos Alfonsín y Borrás concilian el ambicioso proyecto de poder. Nutridos, previsiblemente, por los «equipos técnicos» que coordina Agustín Campero. Hijo de otro Ricardo. De la dinastía de los Campero.
ADN ideológico
Se impone, en el clonacionismo alfonsinista, una receta escasamente original. Derivaciones de la muerte (irresponsable) de Kirchner.
«Wait and see», confirma la Garganta.
Es decir, «Esperar y ver» (pausa larga, como en los guiones del teleteatro). Durante los próximos treinta días.
Se posterga entonces el lanzamiento de la campaña presidencial. Para los primeros días de diciembre.
El paréntesis legitima la decisión de partir. Hacia los alterados pasillos de la social democracia europea. Ricardo Alfonsín arranca, nos cuentan, por Francia. Lo acompaña posiblemente Brodherson. El hijo de Mario Brodherson. De la dinastía de los Brodherson.
«La designación de Borrás indica que el proyecto presidencial de Alfonsín va en serio», continúa la Garganta.
Muestra, además, que en el radicalismo importa, en exceso, la cuestión del atributo hereditario. El ADN. Partidario, antes que ideológico.
Dato que registra una diferencia fundamental con el proyecto que moviliza el otro candidato. El rival interno.
Cobos. El Cleto.
Blends de Cobos
Casi un recién llegado. Cobos tiene menos historia en el partido. El padre -se dice- fue peronista.
La diferencia del ADN representa, al contrario, uno de los méritos explorables. Sintoniza con la amplitud.
El espíritu de apertura le permite -a Cobos- planificar mezclas. Sin mayores contratiempos existenciales ni históricos. En nombre de la suprema gobernabilidad. Ensaya alianzas digestivas con selectos exponentes del peronismo.
Adictos, también, los peronistas de la referencia, como Cobos, a las conveniencias del blend político. Combinación de sabores de distinto origen.
Es el sustento, acaso, de las animadas conversaciones que quedaron, finalmente, en el aire. Mantenidas con Francisco De Narváez. El Roiter. Caudillo Popular.
Brinda -Narváez- la imagen del peronista pirandeliano (por Pirandello, el de «Seis personajes en búsqueda de un autor»).
El Roiter peregrina en la búsqueda de un candidato a presidente que lo merezca. Como titubeante gobernador. Y no lo encuentra. En ninguna de las postulaciones que emergen del Peronismo Federal. Es el Club (corporativo) de Gobernadores. Un conjunto que le rehúye a la receta del «Wait and see».
Pero brota, en el aire, otro blend de Cobos. Con Roberto Lavagna. El último ministro de Economía.
Es -Lavagna- el vaso comunicante que conduce a Cobos, sin mayores escalas, hacia el destino terminal. Duhalde.
Lavagna mantiene también su propia adicción a los blends. Mezclas que se justifican, en general, en los inexplicables panegíricos hacia los Pactos de La Moncloa. Es el recetario español que se entendió, por aquí, si no para el demonio, con distorsiones significativas.
En el 2007, Lavagna supo ser el peronista preferido de los radicales. Acompañado, en la fórmula, por Gerardo Morales (hoy enrolado en la clonación alfonsinista).
Fue el año de la instancia fatídica para la civilización radical. Cuando los exponentes estuvieron más diseminados. Había participantes radicales en cuatro mezclas (la opción menos relevante, en materia electoral, se caracterizó por la pureza sanguínea).
Calidad institucional
A Cobos, aquel blend consagratorio del 2007 le facilitó el acceso hacia la vicepresidencia. Para secundar a La Elegida. En la Concertación que se proponía alcanzar la superior «calidad institucional».
«Cristina, Cobos y vos» remite, en la actualidad, a la chicana fácil. A la congoja del ridículo.
Iba a terminar con el espeluznante episodio del canciller Timerman. Resonante primera voz, la de Timerman, que se elevaría para acompañar el coro generalizado del insulto. Hacia Cobos. Cántico que contagia en las aglomeraciones del oficialismo. Le reclaman, simplemente, la renuncia.
La barbarie conceptual sirve, paradójicamente, para apuntalarlo a Cobos. En desmedro de Alfonsín.
Es Cobos quien se beneficia con la agresividad de los antiguos socios kirchneristas del blend.
Por el aislamiento de su victimización institucional. Por su condición de vicepresidente de la república, Cobos no puede permitirse el recurso de tomar distancias.
Cobos está demasiado cerca para «esperar y mirar». Como Alfonsín.
Pese a los hostigamientos, Cobos tiene que hacerse cargo, así sea sólo nominalmente, del Estado. Sin pensar en la obstinación de la renuncia. Tema (la renuncia) que aún no forma parte, según nuestras fuentes, de la agenda que le examina, con minuciosidad, la prestigiosa Consultora que Cobos acaba de contratar. Y que no es, infortunadamente, Oximoron.
Oberdán Rocamora
para JorgeAsísDigital.Com
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